lunes, 9 de enero de 2017

PASTEUR MEISTER : Una amistad hasta la muerte y un reconocimiento eterno.

Un poco de Ciencia nos aparta de Dios....Mucha, nos aproxima.


Palabras de un hombre de fe trabajador y agradecido a la vida

En 1892 ocurrió un hecho muy particular y sorprendente a la vez en la vida de un joven científico universitario parisino que  forma parte de una biografía particular.
Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario que leía su libro de Ciencias. El caballero, a su vez, leía un libro de portada negra. Fue cuando el joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos.
Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del viejo y le preguntó:
- Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos?
- Sí, mas no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado?
- Pero claro que lo está. Creo que usted señor debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión.
Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted señor debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso.
- Y... ¿es eso mismo lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia?
- Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia.
El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose peor que una ameba.
En la tarjeta decía:

Profesor Doctor Louis Pasteur
Director General del Instituto de Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de Francia

'Un poco de Ciencia nos aparta de Dios.
Mucha, nos aproxima'.
Dr. Louis Pasteur

Postdata: El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.



Un tal Joseph Meister hizo famoso a Pasteur.

Hubiera pasado desapercibido por la vida, pero gracias al descubridor de la vacuna contra la rabia, renació en su niñez y fue inmortalizado para una historia, aun desconocida.

Siendo adulto Meister sirvió como vigilante en un Instituto médico francés hasta su muerte a los 64 años. En 1940 durante la ocupación alemana, intentó impedir la entrada de los nazis a la cripta de Luis Pasteur y como no pudo impedirlo, se dirigió a su casa y se suicidó con un arma de fuego de la I Guerra Mundial.
Siendo un niño, a los nueve años de edad, en 1885 de camino a la escuela de Meissengotten, cerca de la frontera con Alemania, provocó a un perro con un palo y el perro con rabia lo mordió. 
Su madre, desesperada porque una infección de rabia era una muerte segura, lo llevó a París, a consultar con un especialista. Pasteur anotó en su diario “El niño fue gravemente mordido en el dedo índice de la mano derecha, en los muslos y en la pierna por el mismo perro rabioso que destrozó sus pantalones, lo tiró al suelo y lo hubiera devorado si no hubiera sido por la llegada de un albañil armado con dos barras de hierro que lo abatió”.Tras la llegada del niño, consultó con el neurólogo Alfred Vulpian y el médico Jacques-Joseph Grancher que estuvieron de acuerdo en probar algo a la desesperada porque no había ningún tratamiento eficaz para un enfermo de rabia.   Pasteur decidió tratarlo con un virus de la rabia estudiado en conejos y fue todo un éxito. El tratamiento duró 10 días con inyecciones diarias, gracias a las cuales el niño no desarrolló la enfermedad. 
Pasteur escribió lo siguiente: "La muerte de este niño parecía inevitable. Decidí, no sin una vívida ansiedad como se puede entender, probar sobre Joseph Meister el método que he comprobado con un éxito constante en perros. Consecuentemente, sesenta horas después de las mordeduras, y en presencia de los doctores Vulpian y Grancher, el jovencito Meister fue inoculado bajo un pliegue de la piel con media jeringa de médula espinal de un conejo, que había muerto de rabia. La había conservado durante quince días en un frasco con aire seco. En los días siguientes, hice nuevas inoculaciones frescas. En total fueron trece. En los últimos días, inoculé a Joseph Meister con virus de la rabia de la máxima virulencia.
 La fama de esta primera vacunación permitió poner en marcha la creación del Instituto Pasteur, donde Meister y Pasteur trabajaron hasta sus respectivas muertes. Recordemos que Luis Pasteur no era médico sino químico. Si realizaba un tratamiento médico a un niño, podía ir a la cárcel. De ahí probablemente el estar rodeado de dos médicos en el momento de la vacunación y que no fuera él el que pusiera la inyección. Pasteur llamaba la atención cuando caminaba solo por los pasillos del Instituto. Lo escuchaban hablar solo y pensaron que tal vez ese balbuceo era una oración, un mensaje, o un mantra que le ayudara a concentrarse y pensar. Pasteur iba repitiendo mientras andaba “Hay que trabajar, hay que trabajar, hay que trabajar…”
Pasteur aplicaba la primera vacuna y Joseph fue el primer paciente. Su nombre pasó desapercibido por la historia, y gracias a él se lo conoció a Pasteur. El dato más curioso fue cuando a Pasteur se le preguntó qué quería de epitafio, de todos los honores, méritos, reconocimientos, premios, pidió que en su tumba se inscribieran solo tres palabras. “Joseph Meister vivió”.


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