lunes, 9 de enero de 2017

EL CONVIDADO DE PIEDRA

EL CONVIDADO DE PIEDRA




                                                        Imagen de la estatua El convidado de piedra en Praga




El convidado de piedra es quien, en una reunión, no interviene en ella y pasa desapercibido o es ignorado por los anfitriones. En las negociaciones, se dice frecuentemente de quien es invitado por compromiso, pero no es tenida en cuenta su opinión.

¿Quién fue el primer convidado de piedra?

Entre lo santo y lo profano

(Marcos 5,35-43) (Ópera “Don Giovanni”, Mozart) (“El burlador de Sevilla” y “El Convidado de Piedra”, Tirso de Molina).

El Evangelio del último domingo me hizo acordar a la ópera Don Giovanni, “la ópera de las óperas” compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart. En realidad, no a toda la obra, sino a uno de los momentos finales, cuando Mozart le da un suspenso extraordinario y Don Giovanni se encuentra cara a cara con la muerte.

Domingo de lluvia y en la Capilla Nuestra Señora de la Guardia (Patrona de la Ciudad de Húrlingham) mientras el Padre David leía el Evangelio de Marcos 5, 35 al 43 me distraía un pensamiento. “A el cura le falta un brazo, ¿Cómo hará para dar la comunión….? 
Bueno, en unos minutos ya veré como lo resuelve - pensé - mientras sus palabras cambiaron de ritmo porque dejó de leer y comenzó con la homilía. Entre curiosidad y abstracción yo pasaba de la atención a la distracción. Un poco lo escuchaba y seguía dándome vueltas por la cabeza, “la eucaristía es muy importante: Es el cuerpo de Cristo, ¿Cómo entregará la comunión?”.

 Con mucha didáctica el Padre David explicó el siguiente párrafo“aún estaba Jesús hablando cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿Porqué molestar ya al Maestro?»” El Cura (manco) planteó un momento muy especial para una familia, la muerte de un hijo. Algo terrible. Pero Jesús minimiza el episodio cuando advierte que la familia poseía mucha fe y a pesar que todos los presentes la habían visto morir. El dice, no ha muerto está dormida!!! Entonces mira a la niña de doce años y le pide que se levante. Así lo hace ella en medio del estupor de la gente. Y para que no crean que era un fantasma o una visión le pide que coma. Cuando lo hace no hay duda que está viva. Milagro!!!. Lógico, los muertos no comen!!! 

En ese momento recordé aquel pasaje de la ópera Don Giovanni, en castellano “Don Juan”. Si, ¡Don Juan!: El Don Juan de todos los tiempos. El Don Juan de la leyenda. El hombre capaz de seducir a cualquier mujer. Según dicen: el que conquistó más de mil mujeres. El del teatro de Moliere, el de la literatura de Dumas, Machado, Tennesse Williams, Bertrand Russell y tantos otros. Aunque Mozart se inspiró en un Don Juan español medioeval, el de Tirso de Molina que muestra a un sevillano que se proponía juntar mujeres por docenas y cuando agregaba una más, tenía nuevamente que completar la siguiente docena y así sucesivamente. Pero, para la obra de Mozart no todo era seducción, también había peleas, duelos y enfrentamientos. Entre ellos “el Comendador” el padre de una jovencita que lo descubrió a Don Giovanni enamorando a su hija y en el duelo perdió la vida. 

Entre tantas andadas, una noche de regreso a su casa, Don Giovanni acompañado por su lacayo “Leporello” caminando junto al cementerio conversando de historias de mujeres, se le aparece un fantasma que solo lo ve su lacayo. Don Giovanni pensando en sus andadas y Leporello asustado por el lugar. 
De repente el teatro se oscurece y desde una tumba una voz grave llena el silencio: es la estatua del Comendador que se ilumina con una luz fantasmal.
 Leporello y el publico se estremecen del miedo. 
La estatua le habla y Leporello no puede llamar la atención de Giovanni que sigue caminando distraído.

 Ante la insistencia de la estatua y con mucho miedo Leporello le contesta. ¿Qué quiere?. La voz de la estatua le pide hablar con su amo. Leporello insiste con Giovanni que continua caminando cantando y ajeno a la situación.

Don Giovanni se siente molesto por la insistencia de su criado, no entiende porque está asustado, ni que es lo que quiere. Leporello le cuenta que está dialogando con un muerto y para que se deje de insistir le dice burlándose “decidle al muerto que lo espero mañana a cenar en mi casa”. Giovanni cree que Leporello está loco o asustado por caminar en el cementerio y que de esa manera lo tranquilizaría.

Al día siguiente Don Giovanni contento cena con ostentación delante de su hambriento lacayo. Exclama con alegría “¡Vivan las mujeres, viva el buen vino! ¡Sostén y gloria de la humanidad!”. Hasta que la música cambia por un ritmo tenebroso. La estatua de El Comendador se hace presente en el umbral de su casa. El muerto golpea la puerta y Leporello con miedo le anuncia a su amo que su asesinado estaba ahí, el mismo al que su amo invitó en el día de ayer. Don Giovanni empieza a comprender la escena  en el cementerio. Leporello huye y Don Giovanni abre la puerta mira a la estatua del muerto y escucha con tono de ultratumba “me invitaste a cenar y aquí he venido”.


Giovanni le pide a Leporello que sirva otra cena. Y ahí están los dos: Don Giovanni y la estatua del Comendador. 
Aquel que invitó sin creer que vendría, aquel que invitó por compromiso, aquel que invitó sin pensar...  Justamente aquella estatua mortuoria es el “Convidado de Piedra”. 
¿Qué situación?.
 Parecida a la del Evangelio de Marcos. Pero aquí no termina todo.
 Hay un dialogo posterior totalmente evangélico escrito por la pluma de Tirso de Molina cuando le hace decir al Convidado de Piedra: “No puedo comer.  No se nutre de alimento mortal quien se nutre de alimento celestial.
 Sin duda después de la homilía del domingo, el Comendador era un fantasma. No podía comer, distinto a aquella niña de doce años que Jesús pidió alimentar para demostrar que estaba viva.
Ya estaba finalizando la misa, recordé quien era el Convidado de Piedra, recordé por qué lo asociaba a Don Giovanni, reconocí la diferencia entre un resucitado y un fantasma y el Padre David ya estaba dando la Comunión. ¿Cómo no lo pensé antes? Un ministro de la eucaristía con su mano derecha sostenía el Cáliz apoyando hombro con hombro del lado izquierdo, justo donde le faltaba el brazo. Suerte que el Cura era diestro y el Ministro era zurdo. Formaban un buen equipo. Sin duda que comer el cuerpo de Cristo da esperanzas de vida y cada evangelio es una historia que nos nutre de sabiduría.


Padre David Issarra

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