jueves, 20 de septiembre de 2018

Ese Corazón me delata




Sobre un cuento de Edgar Allan Poe, adaptado para el género radioteatro por Pablo Demkow para cuatro actores.

Ese corazón me delata

Relator – El oficial de policía recorre el barrio y encuentra al viejo tratando de poner con dificultad la llave en la puerta de su propia casa. Aprovecha la oportunidad para advertirlo por un sujeto que merodea por las noches en el barrio.
Viejo – No le entiendo oficial
Oficial – Le digo que tenga cuidado, tuvimos algunas denuncias.
Viejo - Pero que pasa… ¿Es en verdad tan peligroso?
Oficial – Cuídese. Usted es una persona mayor, dicen que este hombre recorre el barrio todas las noches.
Viejo – Yo me sé cuidar Oficial. No se olvide que yo estuve en la guerra, y perdí un ojo y con el ojo que me queda puedo mirar bien lo que pasa.
Oficial – Igualmente, cuídese. Dígale a su vecino de abajo ese que parece “un loco” que le haga compañía. Usted sabe, si ve que hay dos personas seguramente no se va a aprovechar de un anciano.
Viejo – Tiene razón oficial, voy a invitar al loco a cenar, a tomar unas copas y a jugar a las cartas. Le va a hacer bien estar con alguien. Somos vecinos desde hace algún tiempo y los dos estamos solos. Yo por viejo y el por loco.
Oficial – Chau Abuelo, yo por las dudas también le voy a avisar al vecino de al lado. Al marido de la maestra. Le voy a decir que si escucha algún ruido que me llame. Sé que a veces pasa las noches sin dormir, se desvela cuando su mujer corrige exámenes de literatura y a veces sale a caminar.
Relator – La escena se desarrolla en la comisaría. El oficial interroga al loco
Oficial – ¿Estás nervioso?
Loco – Siempre estoy nervioso, algunos se creen que estoy loco.
Relator - La enfermedad había agudizado sus sentidos. Tenía la sensación del oído agudo. Oía todo, ¡Absolutamente todo! Y se inquietaba ante el sonido más insignificante.
Loco - Entonces, Escuchen y presten atención con qué tranquilidad, con qué cordura puedo contarles toda la historia.
Oficial -  No te hagas el loco. Te tuve que esposar porque pareces peligroso…. Será mejor que empieces a confesar todo.
Loco - Me resulta imposible decirles cómo pasó por mi cabeza esa idea la primera vez. Pero, una vez concebida, me persiguió día y noche. ¡Me entiende, día y noche!
Oficial – ¿Y qué me decís del viejo?
Loco - ¡Yo lo quería mucho a ese viejo!  Nunca me había hecho nada malo. Nunca me había insultado. No quería su plata, ni nada de valor. ¡Creo que fue su ojo color azul desencajado el que me helaba la sangre! Y así, muy sencillamente, fui pensando en quitarle la vida al pobre viejo y quitarme de encima ese ojo para siempre. ¡No quería ver más a ese ojo! ¡Me entiende! ¡Me entiende! ¡Me entiende oficial!
Oficial – Vos estás loco.
Loco - Usted creerá que estoy loco. Debería haberme visto con qué sabiduría procedí Con qué cuidado, con qué previsión. Muy disimuladamente me puse a trabajar. Nunca había sido tan amable con el viejo como esa semana antes de matarlo. Y cada noche, cerca de la medianoche, yo hacía girar el picaporte de la puerta de su dormitorio y la abría con mucho cuidado. Y después, asomaba mi cabeza, para verlo durmiendo. Prendía mi linterna, con mucho cuidado de no despertar el sueño del viejo. Me llevaba como una hora hacer todo ese procedimiento. ¡Ja! ¿Podría un loco actuar con tanta prudencia?
Y luego, cuando ya estaba bien dentro de la habitación, le apuntaba el rayo de luz al ojo del viejo.
¡Quería ver el reflejo de la luz en su ojo de vidrio!
Hice todo esto siete veces, cerca de la medianoche, pero siempre encontraba el ojo del viejo cerrado y era imposible hacer el trabajo, ya que no era el viejo quien me irritaba. ¡Era su ojo!
Relator - Cada mañana, “el loco“, iba con miedo a la habitación del viejo y le hablaba decididamente, llamándole por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. La octava noche, fue más cuidadoso cuando abrió la puerta tan lentamente que el minutero de su reloj pulsera se movía más rápido de lo que se movía su mano.
La habitación estaba tan oscura como la noche más cerrada, ya que el viejo cerraba las persianas por miedo a que le entraran los ladrones; “el loco” abrió la puerta y cuando intentó encender la linterna, se le resbaló y el viejo se despertó gritando:
Viejo  -¿Quién anda ahí?
Loco - Me quedé quieto, no dije nada y aproveché la oscuridad para disimular mi presencia y durante una hora entera, no moví ni un músculo y mientras tanto no volví a escuchar al viejo. Pero aún estaba sentado en la cama. Oí, de pronto un quejido y supe que era el quejido del terror mortal. No era un quejido de dolor o tristeza. ¡No! Era el sonido ahogado que brota del fondo del alma cuando alguien tiene miedo. ¡El viejo tenía miedo! Podía darme cuenta por su respiración.
Oficial -  Y eso te gustaba loco, asustar al viejo. Creo que llegaste muy lejos.
Loco – Perdón Oficial, su ojo me atemorizaba. Yo Sabía que el viejo estaba asustado porque predecía lo que le iba a pasar.
Oficial – Y así y todo decidiste matarlo… Sos un asesino…
Loco - Sabía que él había estado despierto desde el primer ruido. Sus miedos habían crecido desde ese momento. Había estado intentando imaginar que aquel ruido era inofensivo, pero no podía. Se había estado diciendo a sí mismo:
Viejo - "Debe ser el viento en la chimenea, o será un ratón que camina sobre el suelo",  "No, debe ser un grillo que chirrió una vez".
Loco - Todo es inútil, ya que la muerte, se le acercaba y lo envolvía como a una víctima. Y aunque no veía ni oía nada, sentía la presencia de la muerte dentro de la habitación. Luego esperé un largo tiempo, muy pacientemente, y decidí prender la linterna.
Relator – Finalmente el rayo de luz, cayó de lleno sobre el ojo del anciano. Su ojo estaba abierto, bien abierto y “el loco” se enfureció porque ese ojo lo miraba, y el veía con total claridad, ese ojo color azul fuerte, que le clavaba su mirada y le helaba el alma. El oficial irritado escucha atentamente la confesión, sin entender nada.
Loco - ¿No le he dicho que lo que usted cree que es locura es solo mayor agudeza de los sentidos? Luego llegó a mis oídos el sonido del latido del corazón del viejo. ¡Aumentó mi furia, como el redoblar de un tambor! Sin embargo, me contuve y seguí callado. Mantuve la linterna inmóvil. Intenté mantener con toda firmeza la luz sobre el ojo. Mientras tanto, el infernal latido del corazón iba en aumento. Crecía cada vez más rápido y más fuerte a cada instante. El terror del viejo debe haber sido espantoso. El ruido era cada vez más fuerte, más fuerte... ¿Me entiende? Le he dicho que soy nervioso y así es. Sin embargo, por unos minutos más me contuve y me quedé quieto.
Oficial -  ¿Por qué no se fue en ese momento?
Loco – Lo intenté Oficial pero el latido del corazón del viejo era cada vez más fuerte, más fuerte. Creí que aquel corazón iba a explotar, él estaba muerto de miedo.
Oficial- El viejo ¿No lo descubrió?
Viejo – ¿Quién anda ahí?
Relator – Grito atemorizado el viejo
Loco - ¡Los vecinos podrían escuchar el latido del corazón! ¡Al viejo le había llegado la hora! Con una fuerte presión, ¡lo ahogue! El viejo gritó una vez, sólo una vez… y después… nada…
Oficial – ¡Que animal!, lo asesinó.
 Loco - Luego, lo tiré al suelo. Después sonreí alegremente al ver que el hecho estaba consumado. Pero, durante muchos minutos, su corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Finalmente, cesó. El viejo estaba muerto. Lo quité de la cama y examiné el cuerpo.
Sí, estaba frío y, duro como una piedra. Pasé mi mano sobre su corazón y allí la dejé durante unos minutos. No había pulsaciones. Estaba muerto. Su ojo ya no me preocuparía más. Nunca más.
Relator – El loco tomó precauciones para esconder el cadáver. La noche avanzaba y trabajó con rapidez, pero en silencio.
Loco - En primer lugar descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, los brazos y las piernas. Después levanté tres planchas de madera del piso de la habitación y deposité los restos en un hueco. Luego coloqué las tablas con tanta inteligencia y astucia que nadie, podría detectar nada extraño. Limpié todo; no quedaban manchas de ningún tipo, ni siquiera de sangre. Había sido demasiado precavido para eso. Todo estaba guardado. ¡Ja, ja!
Relator - Cuando terminó con estas tareas, eran las cuatro de la mañana... Estaba todo oscuro. Al sonar las campanadas de la hora, golpearon la puerta de la calle.
Loco -  Bajé a abrir muy tranquilo, ya que no había nada que temer.
Oficial – Buenas noches, señor. Somos de la policía, tenemos una denuncia y quisiéramos revisar su domicilio. Permítales a mis dos agentes pasar.
Loco – ¿Que pasó oficial?
Oficial – Un vecino sintió un grito y venimos a investigar.
Relator – El marido de la maestra escuchó un grito y había hecho una denuncia a la policía.
Loco - Sonreí, ya que no había nada que temer.
Relator – El loco dio la bienvenida a los caballeros y contó que el alarido había sido producido por el mismo durante un sueño.
Oficial – El viejo que vive aquí ¿dónde está?
Loco – Oficial el viejo se fue de viaje, al campo. Pasé, conozca la casa. Registre bien sáquese las dudas.
Oficial – Que extraño, pensé que el viejo estaba enfermo.
Loco – Pase por acá oficial esta es su habitación, mire estos son sus tesoros, seguros e intactos.
Relator - Con mucha confianza, el loco llevó más sillas al cuarto y les dijo a los oficiales que descansaran allí mientras él, colocaba su silla encima del mismo lugar donde reposaba el cadáver de la víctima. Mientras tanto el Loco pensó que había convencido a los policías. Mientras los cuatro hablaban sobre temas triviales, se empezó a sentir mal e intentó echarlos. Pero ellos estaban muy cómodos allí.
Loco - Me duele la cabeza. ¿No escuchan ustedes ese sonido?
Relator -  Pero ellos se quedaron sentados como si nada y siguieron conversando mientras tomaban café.
Oficial – Señores agentes, evidentemente el viejo ojo de vidrio se fue al campo. Seguramente el vecino de al lado habrá escuchado mal. Nos tomamos otro café, y después nos vamos para la comisaría con las primeras luces del día.
Relator – El “loco” escuchaba el ruido más claro, cada vez más claro. Se había puesto muy pálido, y habló con más fluidez y en voz más alta. Sin embargo, para “el loco” el ruido aumentaba. Era un sonido bajo, sordo, rápido... como el sonido de un reloj de pulsera envuelto en algodón. Tic, tac, tic, tac, tic, tac, continuo.  En la Comisaría cuando dio testimonio, casi gritando dijo:
Loco - El ruido seguía aumentando. Me puse de pie y empecé a discutir con los oficiales con voz muy alta, pero el sonido crecía continuamente en mis oídos. ¡Me molestaba!!!
Relator – El loco quería que se fueran, pero ellos seguían haciendo tiempo en su departamento.
Oficial -  Riquísimo el café, Gracias señor por invitarnos. No le molesta que nos quedemos hasta que amanezca.
Relator - Caminó de un lado a otro con pasos fuertes, como furioso por el piso de madera; pero el sonido lo escuchaba cada vez más fuerte. Balanceándose en la silla sobre la cual se había sentado, golpeaba con las patas las tablas del suelo, pero el ruido, para él, aumentaba su tono cada vez más alto. Crecía y crecía y era cada vez más fuerte. Mientras los hombres seguían conversando tranquilamente y sonreían.
Loco - ¿Es posible que no oigan? ¡Dios Todopoderoso!
Oficial -  Que le pasa Señor, lo veo intranquilo.
Loco -  ¡No, no! ¡Claro que oyen! ¡Y sospechaban! ¡Ustedes lo saben! ¡Se estaban burlando de mi horror! Cualquier cosa es más soportable que este espanto. ¡Yo no aguanto más esas hipócritas sonrisas!
Oficial – Cálmese, ¿Qué es lo que usted escucha?
Loco -  Escuchen... ¡más fuerte..., mas fuerte..., más fuerte! -¡No finjan más, malvados!
 ¡Confieso que lo maté! ¡Lo maté! ¡Levanten esas tablas!...
¡Es acá, es acá! ¡ Es acá donde está latiendo su horrible corazón!

sábado, 9 de junio de 2018

EL ÚLTIMO SECRETO DE ENNIO MORRICONE: Como compuso la música de La Misión


LA PARTITURA ES UN SELLO IMBORRABLE 

La música descubre talentos que el mundo creía perdidos.

* Por Pablo Demkow




En la película "La Misión" se produjo la mayor injusticia en la entrega de los Oscar a la mejor banda sonora (Hollywood le negó la estatuilla a Morricone por estar afiliado al partido comunista italiano. Sin embargo el público la consagró a pesar de todo.
Ennio Morricone nació en Roma en 1928 y en 2020 nos dejó a los 91 años en su gira internacional número sesenta y dos.
Un hombre simple y dedicado no puede dejar de componer y dirigir orquestas convocando a miles de seguidores que lo aplauden de pie en dada una de sus presentaciones internacionales que realiza año tras año pesar de su edad. O tal vez deberíamos decir que el maestro crece en años gracias a la música que nos regala a diario.
Comenzó a trabajar profesionalmente setenta y cuatro años atrás y lo acompaña su esposa María Travia luego de sesenta y cuatro años de matrimonio junto a sus tres hijos. Una historia de amor que soportó el talento y la gloria, los viajes y los ensayos de una vida cargada de trabajo y éxitos.
Compuso más de 500 bandas sonoras de películas y series de televisión y nadie como él supo poner un sello en los momentos culmines de escenas que con su música inmortalizó.
Su paso por américa fue trascendente. Hollywood es la meca de la imagen y Morriconi es el sonido a pesar que nunca se llevaron bien.
Antes de morir Ennio Morriconi reveló uno de sus grandes secretos: Como compuso la música de La Misión.





El compositor de más de 500 bandas sonoras,  escribió  melodías únicas como el silbido de “El bueno, el malo y el feo” (1966) o el magnífico solo de oboe de “La misión” (1986), resulta ante todo un señor afable y disponible, que cuenta anécdotas y secretos con el mismo ritmo musical de sus composiciones.
La música de La Misión nació de una obligación. Tenía que escribir un solo de oboe, se desarrollaba en América del Sur en el siglo XVI y tenía la obligación de respetar el tipo de música de ese periodo. A la vez tenía que escribir una música que representara también a los indios de esa región. Todas esas obligaciones me encadenaban (…) Pero también lograron que saliera algo claro”, contó.
Investigando música sud americana  del siglo XVI encontró partituras que lo inspiraron en la realización. En un solo autor pudo encontrar desde el barroco europeo, hasta melodías guaraníes al son de una música litúrgica utilizada en esos precisos momentos en que sacerdotes misioneros se adentraban en la selva simplemente con una biblia y un instrumento musical.  
Pero esto forma parte de otra leyenda.
Se descubrió no hace mucho tiempo que un músico inmigrante italiano que formó parte de las misiones jesuítica en Córdoba sería la inspiración de la banda sonora de la Misión y es tan apasionante que hizo que Morricone utilizara sus partituras. Se llamó Domenico Zipoli, había nacido en la Toscana en 1688 y fue un majestuoso compositor de barroco. Tuvo influencias de Bach, Handel y Scarlatti en sus creaciones y dejó un legado inconcluso en Italia. De un día para otro desapareció sin dejar rastro.
Cuando el británico Roland Joffé le encargó a Ennio Morricone la banda sonora de la película “La Misión” protagonizada por Robert de Niro y Jeremy Irons. Morricone debió investigar sobre músicas autóctonas que se interpretaban en las reducciones jesuíticas de Argentina, Paraguay y Brasil. De allí surgió “Gabriel´s oboe” un interpretación muy pura, sencilla y espiritual acorde al paisaje selvático con una imagen fuerte al comienzo de la película cuando el padre Jesuíta es arrojado por los indígenas a las Cataratas del Iguazú.


El Padre Gabriel era un misionero de La Compañía de Jesús que intentó junto con sus hermanos de congregación evangelizar a los indios Guaraníes. El padre Gabriel (Jeremy Irons) encabezó la labor pastoral en solitario acompañado solamente de una Biblia y un oboe.  

Sin duda que la investigación de Ennio Morricone dio frutos y en toda la película utilizó partituras que luego arregló tomadas de testimonios hallados en las misiones jesuíticas. Esas composiciones poseían un cuidado y especial toque barroco influenciado por los sacerdotes europeos que llegaban a América en épocas de la colonia española y portuguesa.

La música de los misioneros jesuítas llevaba la firma de un hermano que nunca llegó a  ser sacerdote, morador de las reducciones de Córdoba que firmaba como Domingo Zipoli y recién en 1941 se pudo establecer que el Domenico Zipoli desaparecido de Italia y el Hermano Domingo Zipoli eran la misma persona.

La música de Zipoli en su período americano está teñida de un carácter en apariencia distinto al de la producción europea. Es posible que el compositor haya adaptado su estilo a la tradición jesuítica local de las misiones, de raíz española y tronco italo-germánico. Asimismo, parece haber estado escribiendo para un público no familiarizado con las convenciones formales y expresivas europeas de la época: buscó el efecto directo sin pérdida expresiva, y apeló a la sencillez del ensamble sin desmedro del virtuosismo individual.

Como Domenico Zipoli abandona Italia y llega a la Argentina transformado en hermano jesuíta también es llamativo.


La princesa de Forano María Teresa Mayorga Renzi Strozzi, amante de la música barroca y espectadora de Zipoli utilizando sus recursos económicos apoyó al músico en la composición de la "Sonate d'Intavolatura per órgano e cimbalo" y tanto ella como su madre habían establecido un centro de reunión de los altos círculos intelectuales y artísticos, entre cuyos concurrentes se encontraban también los compositores de mayor fama. Tanto la madre de María Teresa Strozzi, marquesa Ottavia di Scipione Renzi, como ella, pertenecían a la Arcadia Romana, en su condición de poetisas y literatas.
Zipoli además de haber recibido apoyo económico de la princesa, se cree que le dedicó la cantata para soprano continuo "Dell' offese a vendicarmi", sobre un hermoso texto dramático. Las obras se hallan en las bibliotecas de Marburgo y de Dresden.
Según algunas versiones el príncipe de Forano Lorenzo Francesco Strozzi, creyó que Zipoli cortejaba a su mujer y ante un escándalo, el músico decidió desaparecer de Italia y ante una vocación religiosa decidió incorporarse en Sevilla a la Compañía de Jesús para ser enviado como misionero al Río de la Plata.

Él encuentra en la música la forma de acercarse a Dios. Bajo las Bóvedas del Gesú cuando improvisa como corresponde aún 'maestro di capella' va encontrándose no sólo con la melodía, sino con el Dios al que la música alaba.

Da el paso decisivo y entre las solicitudes recibidas para pasar a las Indias no ha resultado inadvertida la suya. Su deseo de incorporarse a la Compañía y de misionar en el Río de la Plata es aprobada.

Zipoli de puño y letra recibe este interesante testimonio escrito de su superior "Pero además quiero serte franco. Has llegado a una rara excelencia en la música y también yo creo que el nuevo mundo necesita tus servicios. Pero la música es un producto cultural. Vive de una solidaridad delicada con las otras expresiones del alma y de la inquietud del hombre. Tu música encontrará correspondencia con los templos que allí hemos levantado y todavía construiremos y con otros testimonios del arte. Pero me temo que esa correspondencia sea insuficiente. Puede faltarte el sustento inconsciente de tu inspiración. O mejor, mucho mejor, nacer un nuevo estilo para un Mundo Nuevo".

Finalmente se embarcó y llegó al Río de la Plata, quince días permaneció en la Buenos Aires colonial y en una lenta carrera de bueyes partió luego para Córdoba.

Zipoli tomo la decisión de abandonarlo todo, renuncio a la fama y al honor del mundo, e ingreso en las huestes de Loyola. Abandonó la vida cómoda de las ciudades italianas, centros de cultura del mundo de entonces, y dio la espalda a la gloria movido por el profundo deseo de servir a Dios, había finalizado los estudios teologales, pero no vio realizado su propósito de ordenarse sacerdote por la carencia temporaria en Córdoba de obispo que lo consagrara. Llevó más de ocho años en Córdoba cuando "Consumido por una maligna enfermedad contagiosa, que lo había molestado durante todo el año, entregó a Dios su alma, plácidamente como había vivido". Era el 2 de enero de 1726. Falleció en la Reducción de Santa Catalina cerca de Jesús María, a la que se había trasladado buscando posiblemente alivio a su mal. Allí recibió sepultura, no se sabe a ciencia cierta sí en el cementerio contiguo a la iglesia o en el interior de esta.

Morricone escribió una partitura que acompaña de forma magistral los distintos niveles dramáticos del film y que consigue fusionar dos sonoridades diferentes: la música litúrgica y post-renacentista de los jesuítas y la étnica de los indios. De ahí que en la película haya varios cantos corales y religiosos con ciertos toques guaraníes. Dos temas se destacan por encima del resto. Uno de ellos, quizá el más conocido, es el del oboe de Gabriel, una melodía muy hermosa que proporciona una gran sensación de paz. Su composición estuvo condicionado por la capacidad que Jeremy Irons tenía para mover sus dedos en el instrumento.


El mundo conoció a los jesuítas en su tarea evangelizadora en América gracias a la película La Misión, donde se fusionan talentos actorales, con primeros planos y sonidos de la selva. En cuanto a la banda de sonido Ennio Morricone realizó tal vez su mejor trabajo y Domingo Zipoli con sus partituras fue la fuente inspiradora del gran maestro.





La película versa sobre una misión jesuíta en la época de las colonias, concretamente durante el periodo del Tratado de Madrid (siglo XVIII). El Padre Gabriel llega a territorio indio tras la muerte de diversos misioneros y con la esperanza de llevar algo de civilización a los pueblos indígenas. Aparece en medio de la selva tropical con un oboe y una Biblia y, gracias a la música y su buen corazón, pronto se hace oír entre los nativos. La función de la misión, que busca establecer allí el Padre Gabriel (Jeremy Irons), es proteger a los indígenas de los diversos peligros que el mundo civilizado ha trasladado a la selva, como los comerciantes de esclavos, enseñarles un poco de la cultura europea y ayudarles a llevar una vida más cómoda. Cuenta con la ayuda de Rodrigo Mendoza (Robert de Niro), un ex-traficante de esclavos que busca redimirse. A lo largo de la película chocarán los intereses políticos, los monetarios y los pasionales, que se apoderaban de los europeos en aquella oscura selva. Ennio Morricone es el encargado de completar con sus composiciones esta complicada historia.


“No se puede ser músico y prepotente; la música exige la humildad de consultar con otros músicos o instrumentistas sobre la idoneidad de la pieza compuesta… 
Nunca doy una composición por terminada sin un diálogo a ese propósito."

Ennio Morricone.


miércoles, 10 de enero de 2018

Dios pensó, volvió a pensar y luego dijo “creo que me voy a volver ateo”.



Era como la rayuela que luego del noveno casillero se encontraba el cielo. Esa escalera que de chicos jugábamos inocentemente, y nos llevaba desde la tierra al cielo por cada uno de los infiernos. Había que pasar por esos nueve círculos que tan bien describía el Dante en su “Divina Comedia”. Yendo en orden, el primer “Infierno” era el Limbo, luego le seguía la Lujuria, después la Gula, el cuarto la Avaricia y la Prodigalidad, lo continuaba la Ira y la Pereza, a continuación la Herejía, el séptimo círculo lo conformaba la Violencia, el octavo el Fraude y finalizaba con el último: la Traición. Que recorrido extenuante, junto con mi abogado pasamos de uno a otro y él saludaba amigos en cada infierno. Eran mis clientes - decía el abogado- mientras algunos de los parroquianos lo miraban con alegría como si la espera fuera eterna. Vaya a saber porqué los abogados se hicieron esa fama. En el purgatorio San Pedro lo miró y le dijo “Mientras yo esté acá, abogado del diablo, esa nariz no va a pasar los límites del cielo”. No obstante seguimos caminando y nos acercamos al paraíso. Era como decía San Pedro, que con su manojo de llaves al vernos llegar tomó la llave correcta y abrió el cancel. Ni bien pasamos el límite miré y no lo podía creer estaba Dios esperándonos. Tal fue la admiración que solo dimos un pequeñísimo paso. No era como esas imágenes de un hombre viejo y barbudo. Nada que ver. Bien afeitado, bien parecido, simpático, de voz clara y un timbre como si viviera en Buenos Aires. No había duda Dios era argentino como se decía, pero no vayan a creer que tenía la camiseta de la selección argentina de fútbol. No, ni soñarlo, aunque a decir verdad tenía un parecido a la casaca de la generación dorada de basket cuando de la mano de Ginobili se obtuvo la medalla de oro en Atenas. Bueno, pero eso son detalles. Lo importante es que ahí estábamos frente a frente y con mi inquietud de periodista de saberlo todo y preguntarlo todo. Porque no hacerle una entrevista. Tantas cosas habría para preguntarle.
Tal vez el Génesis nos dice muchas cosas del origen que no comprendemos.  En el primer día Dios creó la luz y la separó de las tinieblas. En el segundo día Dios separó los cielos y la tierra. Dios hizo esto creando un espacio. El tercer día. Agrupó las aguas y las llamó mares. En el cuarto día Dios creó el sol, la luna y las estrellas. Los primeros animales llegaron en el quinto día de la creación. En esta etapa la creación se estaba poniendo más compleja. Los mares fueron llenos de peces y otros animales marinos. Los cielos fueron llenos de aves. Dios los bendijo y los ordenó a multiplicarse. Esta primera bendición empezó un proceso natural que nada ni nadie ha podido parar. El punto culminante de la creación ocurrió en el sexto día. Primero, Dios ordenó que la tierra produjera todo tipo de bestia. En el verso 26 del Génesis Dios crea el hombre. Dice "Hagamos al hombre en nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza". La creación del hombre fue una obra muy personal. Y finalmente Dios descansó el séptimo día y lo declaro un día santo. Tradicionalmente el séptimo día es el sábado. (Génesis 2:1-3).
Pero con tanta maldad no podía dejar de preguntarle a Dios si se sentía responsable de esa malevolencia humana que apareció en el mundo desde su creación. Dios entendió la pregunta desde mi punto de vista. Dios pensó, volvió a pensar y luego dijo “creo que me voy a volver ateo”. Hace falta mucha oración. El hombre fue creado para ser libre y debe luchar para plasmar esa libertad. Háganle caso al Papa Francisco cuando dice “recen por mi” Recen, la oración ayuda a entender la creación, ayuda a ser solidarios y libres, aleja la mandad y el pecado. "Si yo me vuelvo ateo que queda para ustedes…"
El tema no era racional, era un acto de fe. La fe es la que nos salva sino somos bestias que andan por el mundo.

Había finalizado la entrevista y había que volver a escribir la nota. De regreso le pregunté a mi abogado que le había parecido Dios. Me dijo “No lo vi”. No podía entenderlo. Si estaba al lado mío. ¿Cómo que no lo vio? Se extendió un poco más y dijo - San Pedro dijo “Mientras yo esté acá, abogado del diablo, esa nariz no va a pasar los límites del cielo”. Y yo le hice caso. Cuando llegué al límite me di vuelta y entré al cielo de espaldas, la nariz la dejé del lado de afuera. Quien me iba a privar el placer de entrar al cielo.

jueves, 4 de enero de 2018

Prostituta a los 20, monja Franciscana a los 40



MITOS DEL TANGO


Ada Falcón: Historia de una mujer que deslumbró con su presencia.

“En plena juventud tuve riquezas y belleza, tuve una visión maravillosa del Señor y no vacilé un instante en dejarlo todo y recluirme en las sierras, en un convento franciscano, y vivir con humildad


Su voz enamoró a Gardel y a Discépolo, sus ojos inspiraron a Canaro a componer el vals “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”. Llegó al tango cuando otras cantantes recién lo descubrían. Antes de los 20 años debutó en el cine mudo y luego fue protagonista de otras dos películas. Poseía una mirada intensa, como si viera un fuego más allá del mundo, y los ojos de ese verde que no se encuentra en la naturaleza. Ada Falcón nació en Agosto de 1905 y su voz de mezzosoprano la llevó al estrellato. Su nombre real fue Aída Elsa Ada Falcone y durante su breve carrera, participó en tres películas, El festín de los caranchosTu cuna fue un conventillo e Ídolos de la radio. Para mediados de la década de 1930, se había convertido en una de las cantantes de tango más relevantes del momento, a las que luego se sumarían Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Mercedes Simone y Tita Merello.  Vivió casi un siglo recluida en un perdido pueblito de Córdoba de un nombre sugerente y particular “Salsipuedes”. Fue longeva hasta el 4 de enero de 2002, cuando entregó su alma a los 96 años. Desde muy joven convertida en terciaria franciscana, hasta el día de su muerte.




Fue estrella de Radio Cultura, Radio Stentor, Radio Splendid, Radio Argentina, Radio Prieto, Radio Belgrano y Radio El Mundo y grabó en su época de esplendor más de quince discos por mes. Su debut artístico fue apenas a sus catorce años y pasó por las más importantes orquestas de aquel tiempo como la de Enrique Delfino y Osvaldo Fresedo. Se retiró a los 37 años a modo de exilio y no se supo más nada de ella hasta su muerte. Esas cosas del destino ubican su sepultura en el Cementerio de la Chacarita en Buenos Aires a pocos metros de otro grande del tango: Francisco Canaro con quien trabajó durante más de nueve años y produjeron juntos los más grandes éxitos del tango. Su belleza era tan deslumbrante que Discépolo decía: "Es tan divina, que hace mal mirarla”. Radio El Mundo le dedicó el nombre de uno de sus estudios. Canaro era muy amigo de Gardel y a pesar del éxito del zorzal criollo, por aquel entonces se expresaba una frase cuando alguien acumulaba mucho dinero se decía “tiene más guita (dinero) que Canaro” y parece que esa anécdota surge del propio Carlos Gardel cuando en el hipódromo se quedó sin dinero y le pidió prestado 500 pesos (una enormidad para la época) Canaro puso la mano en el bolsillo y se los dio. Entonces Gardel le dijo “y si no los tenés vos, no los tiene nadie.”



Tal fue la fortuna de Canaro que en cierto momento quiso divorciarse de su esposa y fue a consultar con su abogado cuanto le correspondería y el abogado le dijo “debe darle la mitad”, entonces Canaro decidió seguir con su mujer. La idea de separación se daba por que estaba enamorado de Ada Falcón 17 años menor y compañera de su elenco. Ella era la reina de la radio, que cantaba en un estudio de Radio El Mundo, se forreaba los brazos con joyas caras, vestía pieles exuberantes, usaba sombreros espectaculares, tenía tres coches y vivía en un palacete de Palermo chico. La Greta Garbo del Tango, se arropó en el misterio y la perseguían hombres poderosos que nunca tuvieron éxito, porque el gran amor de su vida fue Francisco Canaro.



Resultado de imagen para ada falcon monjaPero esa no fue la única anécdota de Ada Falcón con Canaro. Mientras estaban grabando en un estudio de radio, Martha, la mujer de Canaro apareció de imprevisto en el descanso de un ensayo y la sorprendió sentada en las rodillas de su marido. Sin decir palabra abrió su cartera sacó un revólver, le apuntó, la amenazó de muerte y Ada salió corriendo para siempre. Cuando decidió exiliarse en una casa de oración en Córdoba era estrella en todas las radios. Estaba en su mejor momento profesional. Prometió no brindar más entrevistas ni mostrarse en público hasta el día de su muerte.Grabó más de 200 obras y es tradición escuchar que Francisco Canaro se inspiró en ella cuando compuso la música de su célebre vals “yo no sé qué me han hecho tus ojos”.  


Puta a los 20 Monja a los 40 fue un título muy atrevido por la prensa. (nota de Página 12 "un misterio llamada Ada"). Lo cierto es que Ada Falcón tomó una decisión muy importante y fue totalmente fiel hasta el día de su muerte.