lunes, 9 de enero de 2017

EL DÉCIMO INFIERNO “El infierno de los pelotudos” (El infierno que el Dante no se animó a escribir en La Divina Comedia)


“EL RESPONSERO”

Recordaba a dos grandes actores argentinos: Alfredo Alcón y  Diego Peretti cuando en el teatro representaron un guion extraordinario de Arthur Miller “Muerte de un viajante(Death of a Salesman 1949). La historia de un antihéroe simpático y popular que lo encontramos en cualquier esquina de Buenos Aires. Pero, para mi ignorancia Arthur Miller no se inspiró en ningún porteño, ni tampoco en ningún argentino. El personaje era un hombre común y corriente norteamericano medio que se esmeraba por llamar la atención y nadie le llevaba el apunte. Lo cierto es que un gran ego lo embargaba y necesitaba de las orejas de sus amigos para ser el foco de atención de historias increíbles y fabulescas que siempre lo ubicaban en el centro de grandes hazañas, obviamente protagonizadas por el mismo, como si fuera un súper héroe.
No sé por qué mientras observaba la obra me acordé de ese dicho humorístico que en algunos países cuentan sobre los argentinos y dice así : “El negocio del siglo: es comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que él dice que vale”. Haciendo alusión a ese fanfarrón nacional y popular que se cree indispensable para que el mundo siga funcionando y está orgulloso de tener “el río más ancho y la avenida más larga”, como si eso lo hiciera superior a otro. Y ni hablar, si algún paisano suyo fuera el mejor jugador de fútbol del mundo o si su país ganara algún mundial, porque entre sus escalas de valores el fútbol estaba por encima de todo. En el fondo el Willy Loman de Arthur Miller, podría haber sido un argentino común y corriente. La  historia habla de un viajante de comercio que durante toda su vida lucha para conseguir lo que cualquier hombre desea: comprar una casa, educar a sus hijos: Biff y Happy (Diego Peretti y Luciano Cáceres), y darle una vida digna a Linda, su mujer ( representada por María Onetto).

Willy Loman  personificado por Alfredo Alcón es un fracasado, obsesionado por alcanzar el éxito, devoción fanática que impone también a sus hijos. Vive de falsas esperanzas e ilusiones; se auto engaña permanentemente creyéndose sus propias mentiras. Y sus amigos se apartan de él ya cansados de tantas alegorías fantasiosas. Él se propone estar siempre alegre y con simpatía, entiende que así todas las puertas se le abrirán. Willy Loman  ha construido su vida en torno a una mentira y ese sueño, que en el fondo no es ningún sueño, termina siendo una triste y cruda realidad que él mismo conoce  y también sus amigos, pero lo dejan hablar. Para vivir de acuerdo con esas ideas, se ve obligado a contar muchas falsedades que acaban cobrando realidad en su mente: empieza a mentir acerca de su importancia en la empresa, aunque él mismo sabe que, no es así. Pero sigue adelante. 
Yo me pregunto ¿Quién no tiene un conocido así en Buenos Aires o en cualquier lugar de la Argentina? Esos “que roban la conexión del videocable, el teléfono o de la luz para no pagar, y luego te hablan de honestidad y solidaridad”, esos que cuando les decís que te compraste una computadora te dicen: “¿Por qué no me avisaste? Yo lo conozco a Bill Gates” o te hablan de diversos temas como si superan, “macroeconomía, medicina, química, ingeniería, historia, minería, astronomía y todo lo que uno no se puede imaginar” y siguen con el relato pensando que su interlocutor se lo creyó y que ahora son dignos de admiración. Tal vez, el estar con gente y conversar sobre distintos temas, los lleve a sentirse parte de otras historias que les cuentan. Perdón si ofendo a alguno por lo que voy a decir. Yo les puse un epíteto.
 Yo los llamo “pelotudos”. Y así con un parecido al protagonista de "Muerte de un viajante", conozco alguien que tiene esas características. Pero en la Argentina con una sola palabra ya son definidos.

La definición de “Pelotudo” sobre todo para los que viven fuera de la Argentina, buscada en el diccionario dirá que "es aquel que se comporta ingenuamente o con falta de inteligencia”. Y este PELOTUDO  con mayúsculas, del que escribo en el cuento, no es un pelotudo común. ¡Es un pelotudo muy importante!. 




Como diría Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua realizado en Rosario en 2011 “hay palabras de las denominadas "malas palabras", que son "irreemplazables", por su sonoridad, o por su fuerza. No es lo mismo decir que una persona que es tonta o zonza que decir que es un pelotudo”- afirma Fontanarrosa- y enfatiza, “decir pelotudo: (y mirando al público señala a un grupo de docentes) atención maestras para cuidar la fonética, hay que remarcar la letra T (y dice enfáticamente) peloTTTudo.” Menos mal que existe Google para consultarlo y Youtube para verlo y así disminuir mi responsabilidad de mal hablado al citar a Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua. Aunque todos tenemos un amigo pelotudo, o un "peloTTTudo (remarcando la t como si fueran varias)" como dice el maestro escritor y dibujante rosarino. Se que muchos de nosotros tenemos un conocido como miembro de esta especie pero no siempre escribimos sobre él. Hoy me animé y redacté lo que sigue a continuación.
"Siempre es bueno invitar a una reunión a un pelotudo. A veces, entretiene a los invitados con sus historias, ironías y disparates, divierte a la concurrencia, y si es el primero en irse, ¡mejor! provoca que todos hablen de él y se rían de sus estupideces y cuando se va no dejan de hablar de él. Inclusive si es un invitado periódico hasta se lo extraña cuando no está".
Aunque como toda regla tiene su excepción. En unas líneas más se van a enterar.
Los velorios son lugares donde se identifica con sencillez a un pelotudo.
 En el velorio de la madre de una conocida. Máximo Fanfarrelli estaba invitando café y sándwiches de miga a la gente y hablando en voz alta (como es habitual en él, para que todos lo escuchen), aunque el lugar no daba para eso, (y nadie le seguía su conversación) igualmente él, junto al féretro, relató un gol que Riquelme había conseguido para el último triunfo de Boca sobre Banfield, ayudándose con gestos en las manos, y en las piernas. Los invitados (amigos y familiares) a la sala velatoria muchas ganas de escucharlo no tenían, ya que hacía algunas horas que venía hablando solo y ya cansaba. Es más, en sus maratónicos discursos fabulescos ya había repetido algunas historias, dos o tres veces. La mañana estaba finalizando y la hora del entierro se acercaba. Para algunos el entierro sería la liberación de ese hombre pesado que no dejaba de hablar. Incluso para la muerta. 
Dicen que el cuerpo no muere todo de golpe sino que los órganos mueren de a uno, a medida que se asfixian por falta de aire y de sangre. Obviamente el primer órgano que muere es el corazón y entre las 9 y 11 horas posteriores muere el último de los órganos. ¿A que no saben cuál es? Yo lloraba por la pobre viejita, porque el último órgano que muere es el oído y si encima de muerta tenía que escuchar al pelotudo, una y otra vez, sin duda que pensaría que estaba penitenciando el purgatorio y luego del martirio iría al cielo o al infierno. 


Gráfico el Infierno en La Divina Comedia

O tal vez habrá creído que estaba en el infierno de los pelotudos (el infierno que el Dante omitió al escribir la Divina Comedia) Porque Dante Alighieri en su obra mencionó los nueve círculos del infierno: El limbo, la lujuria, la gula, la avaricia, la ira, la herejía, la violencia, el fraude, y la traición. Sin duda que faltaba uno: "la pelotudez". 

¡Eso no es morir en paz!. 
Sobre todo si esa viejita inerte e inmóvil en la despedida de su paso por este mundo, se llevaba como últimos recuerdos los monólogos de quien era nada más, ni nada menos que su yerno en vida.  
En este caso recuerden el consejo previo. La única excepción a la regla es no invitar a un pelotudo a un velorio. ¿Quedó claro?.
Pero, ¿Qué hacer si la difunta era su suegra y él acompaña a su esposa en ese duro trance?. La relación yerno suegra nunca fue muy buena y tenerlo que escuchar todo el velorio hablando fue patético (ya lo había padecido en vida). 
¡Pobre viejita estaría deseando que se muera el oído de una vez por todas!. 
Por suerte veo acercarse a Don Hugo, con su alba de lino blanca, larga hasta sus zapatos negros acordonados y relucientes de haberlos lustrado recién, y con una estola, verde. La estola es una tira delgada de género que se coloca alrededor del cuello sobre el alba. 
Don Hugo, es un hombre alto, parcialmente calvo y señorial que participa junto a su familia de las actividades parroquiales y colabora con el sacerdote yendo a los velorios y al cementerio a rezar los responsos de la gente del lugar. 
Debo reconocer que Don Hugo tiene una voz espectacular y da gusto escucharlo. Lleva muchos años haciendo esto y tiene una sensibilidad especial con las familias de los difuntos. Siempre la palabra justa. Incluso es tan conmovedora su elocución que más de una vez me dieron ganas de grabarlo por su voz clara, profunda, tierna y espiritual. Y haciendo un humor fácil diría “que gusto da morirse si el que te despide tiene esa voz celestial”.



Mientras tanto Máximo Fanfarrelli todavía estaba contando el partido Boca Banfield y advierte que se acerca un hombre de túnica blanca y me dice: 
- “¿Ahí viene el cura?. Vos que crees en esas cosas porque no aprovechas y después te confesas” (dicho en tono de broma, ya que no es creyente). 
Entonces el dialogo continuó así.
- No es un cura
- ¿Es un obispo, entonces?
- No, tampoco.
- ¿Lo conoces?
- Si, lo conozco a él, a sus hijos, y a su señora.
- … ¿Y cómo puede ser un cura casado?
- Te dije que no era cura
- ¿y qué es?
- ¡Es un responsero!
- …¿ y … Qué es un responsero?
- Es un laico, padre de familia que...
- ¿Y porqué está vestido con la ropa de un cura?
- No se pone la ropa de un cura… es un atuendo para celebraciones litúrg (abruptamente me interrumpió).
- ¡Entonces vos decís que no es un cura!
- Correcto, es un laico que tiene su familia y colabora con las actividades parroquiales y con el sacerdote dando responso a quienes lo necesitan.
- Aaah, si si ya se.
¿Vaya a saber que entendió el pelotudo?. Lo curioso que con su vozarrón, se alejó a otro grupo y empezó a explicarle a la gente lo que él recién había aprendido… y sin duda que ante la curiosidad, le hacían preguntas. Y como todo hombre fracasado, antes de reconocer su ignorancia, inventaba lo que se le ocurría en ese momento. Cuando lo veo en apuros, me acerco y le pregunto si quería que le explayara aún más las características del responsero.
Todos lo miraron y para no pasar por ignorante y engreído ante la gente, me mira, levanta la voz y pronuncia con soberbia el siguiente monólogo.
“¿A mi me vas a explicar que es un responsero? 

yo los conozco muy bien…
No hace falta que me lo expliques…
¿Sabés a cuántos velorios fui en mi vida?
¿Sabés a cuantos responseros conozco?”.
¡Si habré escuchado responsos!.
(Pensé para mí: Tenía razón Fontanarrosa hay que remarcar la T…
¡Qué PeloTTTudo!).

Pensar que si Arthur Miller hubiera nacido en la argentina cuanto material inspirador tendría.
Párrafo agregado años después.

Máximo Fanfarrelli había fallecido por un virus y con su ataúd cerrado se encontraba en la sala de responsos del cementerio. Poca gente presente, por miedo a contagios. Absolutamente todos con tapabocas inclusive don Hugo, que ya muy mayor, seguía ejerciendo su oficio de responsero. Ya estaba mucho más delgado, se veían sus canas, caminaba con dificultad, pero su voz seguía siendo la misma voz celestial con la que lo conocimos de joven.

Máximo se había contagiado covid 19, dejó pasar una semana antes de buscar atención médica. Él sabía de todo, inclusive de medicina y acostumbraba auto medicarse. En realidad él mismo decía que era muy fuerte y que nunca se enfermaría por eso nunca contrató un servicio médico. Toda la semana manejó con fiebre un remis y transportó a ciento treinta y cinco pasajeros. De los cuales no sabemos nada de su suerte.

Don Hugo de espaldas a los deudos y mirando al féretro, luego del responso se acercó a la cabecera, se arrodilló y no se llegó a escuchar lo que dijo. Luego se levantó y saludó a los presentes.

Al retirarme, dejé que partieran todos y a solas con don Hugo, le pregunté ¿Cuál fue la última oración que le fue a decir a Máximo susurrando?

Me miró fijamente, y me dijo. No fue una oración, ni un salmo. Simplemente me acerqué a sus oídos para decirle algo y que el resto de sus familiares no me escucharan.

-          ¿Y qué le dijo don Hugo?

-          Le dije que era un Pelotttudo.

-          ¿Y por qué le dijo eso?

-          Porque yo ya había leído tu cuento por Internet y lo estaba esperando…


Fa



Pablo Demkow
Inspirada en MUERTE DE UN VIAJANTE de Arthur Miller Citando frases de Roberto Fontanarrosa 

Nota: Fanfarrelli ganaba muy bien, o por lo menos eso es lo que decía (y lo hacía notar cada vez que podía). Manejaba un auto de alta gama para trasladar a grandes empresarios. Sin embargo, nunca contrató ninguna empresa de medicina prepaga, ni tampoco su esposa pudo cobrar una pensión, ya que él no hacía aportes jubilatorios. Por lo tanto dejó a  su familia sin nada. Ya, unos años atrás había  perdido su casa, realizando una mala inversión y su crédito estaba suspendido. Tal vez él no lo sabía pero cuando sus amigos hablaban de él, resumían todo en una sola palabra.

a continuación un tango instrumental. Responso por Anibal Troilo, en honor a todos los responseros que acompañan el dolor de las familias.



Responso de Anibal Troilo 



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