sábado, 16 de septiembre de 2017

VIDAS CRUZADAS




Entre todas las cosas que Leonardo Da Vinci investigó, sintió mucha curiosidad por el fenómeno cuántico y no dudó en estudiarlo a fondo. Lo cuántico es un salto de  energía que emite o absorbe radiación y al medir una magnitud física podríamos obtener un valor diferente cada vez que fuera medido, es decir que sería relativo y no tendría una explicación lógica. Debido a ello, existe una determinada incertidumbre en la predicción de los fenómenos cuánticos y por esa causa se habla del principio de incertidumbre.
Pero a veces cuando en el futuro miramos hechos del pasado y aparecen episodios muy curiosos que tal vez alguna fuente de energía intervino en ellos y cambió los destinos de las personas y las ubicó en otras dimensiones inexplicables para la relación tiempo espacio. Por ejemplo dos personas podrían caminar por la misma calle y observar el mismo paisaje urbano como una pared de ladrillos, si habláramos de algo material, o de una enredadera, si habláramos de algo natural o de un mismo sentimiento como el amor, o el placer, si habláramos de algo emocional. Pero si esas dos personas caminaron por esa misma calle en tiempos distintos: la pared, la enredadera y el amor ¿Habrán sido testigos de esas dos personas y podrían irradiarle o absorber su energía?

Ay, Da Vinci ¿cuántas dudas nos dejaste?

Leyendo historias de hombres famosos del tango encontré un caso que bien podría ajustarse a un fenómeno de física cuántica. En el mismo lugar, con diferencia de algunos años, una fuente de energía absorbió la radiación de una persona y se la irradió a otra persona, produciendo en el futuro un intercambio en sus vidas. Es decir uno vivió la vida de otro y viceversa. Los dos fueron famosos y el destino con el tiempo cerró esa ventana abierta a pesar que ellos murieron físicamente pero, como todos los hombres célebres siguen trascendiendo en sus obras.

Dicen que cuando comenzó el tango, en los arrabales porteños, era cosa de hombres. No bailaban las mujeres. Y así, termina la historia. Dos hombres bailando la misma canción. Pero contado de esta manera, sin duda que aburre. Lo importante no es el final, sino su desarrollo.

Comienza el Siglo XX y las ilusiones y expectativas colmaban la imaginación de muchas familias que buscaban nuevos horizontes. Luigi un niño de cinco años cruzaba el Atlántico junto a sus padres jugando en la cubierta del buque que lo trasladaba de Génova a Buenos Aires y entre travesuras tiraba bananas a los delfines y participaba junto a otros chicos de la búsqueda de la línea del Ecuador. Corría el año 1907 y como muchos inmigrantes el destino era los suburbios de la gran capital Argentina. Por aquel entonces muchos paisanos se asentaron en el municipio de General San Martín lindante a la ciudad de Buenos Aires. La geografía era distinta al Abruzzo que lo vio nacer, y el idioma también. Luigi pasó a ser Luis y fue el primero de su familia en hacerse entender entre lunfardo, cocoliche, italiano y español cuando empezó su escuela primaria en la barriada de Villa Ballester.

Camino al Oscar


De adulto supo cosechar grandes éxitos nacionales e internacionales. Dirigió más de cincuenta películas, contando las que produjo en el exilio. Además escribió más de veinte canciones de tango que fueron interpretadas por los más destacados cantantes de todas las épocas. Fue propietario del teatro Maipo y productor de espectáculos líricos. Fue periodista, trabajó en el diario Última Hora y la revista Caras y Caretas y además fue un descubridor de talentos, tanto para el teatro, la música, el cine y la televisión. Su nombre completo está escrito con letras de oro en la cultura argentina, se llamó Luis César Amadori y fue un adelantado a su época, hoy podríamos decir que dominaba las técnicas multimediales. Se casó con la mujer más linda de la época, una vecina de su casa en Villa Ballester,  Zully Moreno, a la que además dirigió en muchas de sus obras. No todo el mundo sabe que Wald Disney lo convocó para dirigir el doblaje de Fantasía, Dumbo, Pinocho y Bambi.




Sin duda que aquel chico de cinco años junto a otros inmigrantes conoció la pobreza y entre los paredones cubiertos de enredaderas que en esta época del año hacían flor , creció su inspiración para muchos de sus éxitos. En lo que hace a la cinematografía Luis Cesar Amadori concursó por el Oscar con la película “Dios se lo pague” protagonizada por su esposa Zully Moreno y Arturo de Córdoba cuando la academia norteamericana no tenía la categoría que premiaba a la mejor película extranjera, compitió de igual a igual con las películas estadounidenses y los críticos no se animaron a premiar una producción foránea, aun siendo reconocida como la mejor. La política se había metido en Hollywood y el ganar la Segunda Guerra Mundial y comenzar la "Guerra fría", no le daba tolerancia  para darle una estatuilla a una producción que no fuera norteamericana.

Un hombre afortunado por el éxito,  se casó con una princesa


Resumiendo Luis Cesar Amadori llegó a los cinco años al municipio de San Martín, más precisamente a Villa Ballester, el lugar donde los paredones y las enredaderas daban flor en primavera, y se casó con una princesa de apellido real: Zulema Esther González Borbón, otra hija de inmigrantes que buscaban en los suburbios de Buenos Aires una propiedad barata, donde abundaban las huertas, los gallineros y el desarrollo en la zona de la industria textil o metalúrgica estaba en su apogeo. Su nombre artístico fue Zully Moreno y su belleza fue tan encantadora que le decían la “Greta Garbo” argentina.

Amadori fue un grande y se rodeó entre grandes, solo por mencionar algunos actores y cantantes: compartió amistad con Luis Sandrini, Carlos Gardel, Nini Marshall, Francisco Canaro, Enrique Santos Discépolo. Fue el director más afamado de la época de oro del cine nacional. El Oscar de la academia de Hollywood parece que se le había negado.
La física cuántica le había cruzado el destino con otro caballero famoso y el universo quiso reparar una ventana que se abrió entre el tiempo y el espacio. Su energía continuó irradiándose después de muerto y su presencia volvió para hacerse justicia.

La calle: la pared, la enredadera y el amor, testigos de la cuántica

Se llama Luis Enríquez Bacalov nació en 1933 en San Martín a pocas cuadras donde Luis Cesar Amadori y Zully Moreno vivieron en su juventud, también fue un talentoso músico. De igual forma tuvo pasión por el cine. En varias películas se pueden escuchar sus canciones y compitió por el Oscar de academia norteamericana dos veces. La primera vez fue en 1966 con la película “El evangelio según San Mateo de Pier Paolo Pasolini, donde solo quedó su nominación y reconocimiento.
Luis Bacalov era primo de Lalo Schifrin otro argentino triunfador en Estados Unidos que posee una estrella de la fama en Hollywood como gran compositor de bandas sonoras de películas y series entre ellas “Misión Imposible”. Además trabajó como musicalizador de Federico Fellini, Robert Duvall, Quentin Tarantino, Ettore Scola, Damiano Damiani, Lina Wertmüller, Franco Rossi y fue pianista de Ennio Morriconi. 





Aquel San Martín de antaño cobijó a dos talentos musicales, ambos se llamaron Luis. Uno llegó de Italia y se nacionalizó argentino, otro nació en la Argentina y emigró a Italia. Sus vidas se cruzaron misteriosamente. Las paredes de ladrillo cubiertas de enredaderas y el amor fueron inspiración de ambos, fue un recuerdo que cada uno llevó de su barrio. Pero Bacalov tuvo ventaja, fue contemporáneo y él tarareaba uno de los tangos más populares que recorrieron el mundo y lo incluyó en la película Il Postino, (en castellano “El cartero de Neruda”). Película tierna e ingenua que el mismo musicalizó y recibió el Oscar de academia norteamericana por la mejor banda sonora de 1996.




La cuántica hace revivir a los muertos



Pero el director de la película Michael Radford omitió escribir en los créditos los datos de una canción que reflejaba el recuerdo de aquel pueblo de la provincia de Buenos Aires donde Luis Amadori y Luis Bacalov caminaron en su juventud. Seguramente Leonardo Da Vinci hubiese encontrado allí esa irradiación de energía cuántica que volvía a soplar y revivía un recuerdo “Vieja pared del arrabal, tu sombra fue mi compañera. De mi niñez sin esplendor la amiga fue tu madreselva. Cuando temblando mi amor primero con esperanzas besaba mi alma, yo junto a vos, pura y feliz cantaba así mi primera confesión”.


Madreselva: una hermosa melodía compuesta por Francisco Canaro con el nombre de “la polla” haciendo referencia al premio “polla de potrancas” que se realiza en los hipódromos de la Argentina con los caballos más jóvenes y que luego Luis César Amadori le agregó la letra y en la voz de Carlos Gardel recorrió el mundo.



Finalmente las vidas se cruzaron en el cine



Las hijas de Canaro le hicieron un juicio a Michael Randford por plagio. Se entiende que es una copia ilegal al no citar a sus verdaderos autores. De ninguna manera quisieron sacar un rédito económico. Sino que lo que buscaron fue el reconocimiento a la obra de su padre y de sus creadores.

En la película “El cartero de Neruda” la canción Madreselva aparece en cinco oportunidades: 1.cuando Neruda  (Philippe Noiret) escucha un mensaje grabado; 2. Matilde, señora de Neruda, pone un tango en la vitrola; 3. también es el tango que interpreta el acordeonista en la fiesta de casamiento, 4. el que escucha Mario (Massimo Troisi) en el fonógrafo; 5. por último se escucha su melodía cuando Beatrice (Maria Grazia Cucinotta) pone la grabación que Mario preparó para Neruda.

Los dos Luis, el italiano y el argentino, ¿cuál es cuál?. El destino los unió en el mismo barrio, en la música, en el cine, en el éxito, en los paredones, en las enredaderas, en la “madreselva”, y ahora después de tanto los ligó en el premio que ambos buscaban. El premio Oscar 1996 por la banda sonora de “Il postino” es compartido por Luis Bacalov, Francisco Canaro, Carlos Gardel y Luis César Amadori.


Y así, termina la historia. Dos hombres bailando la misma canción.
La energía cuántica los separó y el destino los volvió a unir para siempre.





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