sábado, 22 de marzo de 2025

Mis abuelos quieren hablar con usted.

 

Mis abuelos quieren hablar con usted

 






El consultorio de la psiquiatra Agatha era un refugio de tonos pastel donde se escuchaban suaves melodías, en una habitación que fue diseñada para calmar las mentes más inquietas. Pero aquella tarde, el aire se había cargado de una electricidad extraña, un presagio que la psiquiatra no supo interpretar a tiempo.

Matilda, una niña de siete años con ojos grandes y una melena castaña que le caía en dos coletas por los hombros y dejaba la frente descubierta, se sentó en la silla frente a Agatha, llevaba en sus pequeñas manos un dibujo arrugado que recién había terminado de dibujar y lo aferraba con superlativa fuerza contra su pecho.

Sus padres, Enrique y Zinia, esperaban en un sofá, contiguo al consultorio, su preocupación estaba grabada en sus rostros por las apariciones que Matilda decía ver.

—Matilda, ¿puedes contarme qué dibujaste? —preguntó Agatha, con voz cálida y melosa, produciendo un murmullo tranquilizador para la niña.

La niña extendió el dibujo. Dos figuras humanas, ancianas y encorvadas, se alzaban en el papel. Sus cabellos blancos brillaban con una luz espectral, y sus manos huesudas se aferraban a sendos bastones.

—Son mis abuelos —dijo Matilda, con su voz apagada con un susurro ronco—. ¡Vinieron a visitarme!

En ese instante una corriente de viento se hizo oír en un largo y agónico zumbido hasta que un golpe seco abrió la ventana que daba a la calle y la luz de un rayo iluminó la habitación.

Un escalofrío recorrió la espalda de Agatha al ver el dibujo.



—¿Matilda, son tus abuelos? —comenzó Agatha, pero la niña la interrumpió.

—Si, señorita. Están muertos. Pero a veces vienen a verme. Me dicen cosas.

Los padres de Matilda habían acudido a la consulta con Agatha desesperados. Su hija había comenzado a hablar de apariciones, de sombras que se movían en las esquinas de su habitación, de voces que susurraban su nombre en la oscuridad.

Agatha, una psiquiatra autoritaria y experimentada, había escuchado muchas historias a lo largo de su carrera. Pero la de Matilda tenía un aura de autenticidad que la inquietaba.

—Matilda, ¿qué te dicen tus abuelos? —preguntó Agatha, tratando de mantener la calma.

La niña se encogió de hombros. Miró hacia el piso porque no soportó la mirada punzante de la psiquiatra.

—Cosas. Secretos. Me dicen que no debo confiar en nadie.

La sesión continuó, con Matilda revelando detalles escalofriantes de sus encuentros con los fantasmas.

Agatha tomó notas, tratando de encontrar una explicación racional para las alucinaciones de la niña. Pero en el fondo, una semilla de duda comenzaba a germinar.

Al finalizar la sesión, Agatha acompañó a los padres de Matilda hasta la puerta. La niña se quedó atrás, jugando con sus lápices de colores.

Agatha les contó a los padres de Matilda sobre la sesión y se miraron con inquietud. Los abuelos de la niña habían fallecido trágicamente hacía años. Mucho antes que ella naciera.

—Gracias, psiquiatra —dijo Enrique, con un tono de alivio—. Esperamos que pueda ayudarnos.

—Haré todo lo posible —respondió Agatha, con una sonrisa forzada.

Justo cuando Agatha les cerraba la puerta, Matilda la abrió de un fuerte golpe con su pie, miró a los ojos a su psiquiatra, y le dijo con una voz autoritaria, mis abuelos quieren hablar con usted.

Agatha se quedó paralizada. La niña la miraba con una expresión seria, casi solemne.

—¿Qué quieren decirme? —preguntó Agatha, con un hilo de voz que se apagaba con cada palabra.

—No lo sé —respondió Matilda—. Pero dijeron que se quedarían un tiempo más en el consultorio con usted.

Un escalofrío helado recorrió la espalda de Agatha y su corazón aceleró su palpitar.

Sintió una presencia invisible a su alrededor, una sensación de que no estaba sola en la habitación.

—Matilda, tus abuelos... —comenzó Agatha, pero la niña la interrumpió.

—No les tenga miedo, psiquiatra. Ellos solo quieren ayudar.

Matilda se dio la vuelta y se fue, dejando a Agatha sola con sus pensamientos. Agatha cerró la puerta, sintiendo el sudor frío en sus manos y una transpiración más fría en su espalda.

Durante los siguientes días, Agatha se sumergió en la investigación. Buscó casos similares, consultó con colegas, leyó libros sobre fenómenos paranormales. Pero no encontró nada que explicara lo que estaba sucediendo.

...Las palabras de Matilda resonaron en su mente: "No les tenga miedo, psiquiatra. Ellos solo quieren ayudar".

 ¿Ayudar? ¿A quién? ¿Y cómo? – Se planteaba Agatha, aterrorizada.

Tiempo después, una noche, Agatha se quedó trabajando hasta tarde en su consultorio. Revisaba las notas de la sesión con Matilda, tratando de encontrar un patrón, una pista. De repente, sintió un cambio en el ambiente. El aire se volvió denso, y pesado. La luz del escritorio comenzó a titilar primero, y luego bajó su intensidad.

Levantó la vista y vio dos figuras en la esquina de la habitación. Eran los abuelos de Matilda, tal como aparecían en el dibujo. Sus ojos brillaban con una luz espectral, y sus labios se movían, aunque no emitían sonido alguno.

Agatha sintió un terror paralizante. Quiso gritar, pero su voz quedó atrapada en su garganta. Los fantasmas se acercaron, extendiendo sus manos huesudas hacia ella.

No había calidez, ni mensajes de protección. Solo una frialdad penetrante, un vacío que la envolvía. Los ojos de los ancianos, que antes solo eran figuras borrosas en un dibujo, ahora eran pozos oscuros, y aterradores.

Uno de los fantasmas extendió su mano, y Agatha sintió un contacto helado en su mejilla. No era una caricia, sino una marca, una impronta de lo sobrenatural. El otro fantasma se acercó tanto que su aliento inexistente rozó su oído, y una voz susurró, sin palabras, sino con un eco de lamentos apenas inteligibles - No manipules a nuestra nieta- escuchó horrorizada.

Agatha cerró los ojos, paralizada por el terror. Sintió que su mente se desgarraba, que su cordura se desvanecía. Cuando finalmente se atrevió a abrirlos, los fantasmas habían desaparecido, pero la sensación de su presencia permanente dejó un peso insoportable en el aire.

Agatha quedó sentada en su escritorio, temblando, con la mirada perdida en la oscuridad de la habitación. Sabía que algo había cambiado para siempre. Ya no era la misma psiquiatra racional y escéptica. Ahora, era una prisionera del miedo, marcada por el contacto con lo desconocido, condenada a vivir con el terror de saber que no estaba sola, y que nunca más lo estaría. Los fantasmas de Matilda se habían quedado con ella, para siempre.

Casi fin.

 

 

El Principio del fin.

Matilda fue una niña encantadora, inteligente y con poderes psicoquinéticos que le permitieron advertir todo tipo de intencionalidades en los adultos. Utilizó la imaginación de los fantasmas de sus abuelos para que Agatha se sintiera observada si en las sesiones de psicología se le ocurría manipular a sus pacientes.

 

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El fin del fin

La fantasía y la comedia se unieron en su máxima expresión cuando esta niñita, Martina Wormwood y Agatha Tronchatoro (de carácter fuerte, dominante, cruel, vil y perversa) filmaron la película Matilda de novela homónima que utilizó sus extrañas capacidades psicoquineticas para tratar con su irresponsable familia y su malvada directora.

Tenían los mismos nombres.

Tan solo fue una casualidad con la película.


Pablo Demkow

martes, 31 de diciembre de 2024

REFLEXIONES PARA UN AÑO QUE COMIENZA.

 

Recomendaciones para aprovechar más de 30.000.000 de oportunidades para ser feliz.




Desde el primer segundo del 2025 una nueva generación comenzará a cumplir su primer cuarto de siglo, algunos los llaman los “milenials”, otros lo subdividen de acuerdo con su fecha de nacimiento y adoptan el nombre de generación X, o generación Y, o generación Z y parece que así se agotan las letras del abecedario y vaya a saber que nombre tendrá la siguiente.

Lo cierto es que son fácilmente identificables como una generación nacida con el auge de internet, las redes sociales y las selfies. Pasan sus días pegados a una pantalla, son el veinticinco por ciento de la población mundial y sin duda son el futuro de nuestra civilización.

Los acusan de frívolos, consumistas, egoístas; de ser vagos y superficiales; y de ser "la peor generación".




Algunos autores de ciencia ficción esbozan algunos anticipos en sus obras, desde Herbert George Wells en “La máquina del tiempo” publicada en 1895 (versión cinematográfica de 1960, interpretada por Rod Taylor) donde habla de los “Eloi” unos jóvenes que viven una vida banal, insensibles, que no trabajan, y reciben la comida sin hacer ningún esfuerzo.

Hasta Steven Spielberg, noventa y cinco años después en “Volver al futuro II” le hace decir al Doctor Emmett Brown, inventor de la máquina del tiempo, que vuelve angustiado del futuro para llevar a “Marty y Jennifer,” treinta años en el tiempo, diciendo la frase “suban al De Lorean, tienen que salvar a sus hijos”





¿Qué pasará en el futuro?

No se si alguien quisiera viajar al pasado o al futuro como lo proponen estos dos autores entre otros tantos de la literatura, la televisión o el cine. Lo cierto, es que:

 ¡Todos los que estamos leyendo esta nota de corrido desde hace dos minutos hemos experimentado un pequeño viaje en el tiempo!

No podemos ir al pasado, pero si podemos viajar al futuro.

Vamos lentamente: Segundo a segundo, minuto a minuto atravesamos la cuarta dimensión, vaya a saber hasta cuando…

Según los matemáticos todo el año 2025 serán 8760 horas o 525.600 minutos y la imponente cifra de 31.536.000 segundos.

Por eso desde el brindis de la noche vieja hasta la próxima noche vieja, vivamos intensamente cada segundo de nuestra vida, con pasión y con alegría, superando adversidades y sobre todo con mucha esperanza.

Nuestro cuerpo es la mejor “máquina del tiempo” jamás inventada y nos dará más de treinta y un millones de segundos para saberlos disfrutar durante todo el año.

Si leímos todo de corrido y queremos saber que hacíamos hace tres minutos, podemos viajar en el tiempo al pasado: simplemente habías comenzado a leer esta nota.

Que tengas un feliz y próspero año.

Pablo Demkow


Post data: 

Si eres un "milenials"y leíste toda la nota desestimá el comienzo, tienes todas las herramientas para triunfar en este mundo y  treinta millones de oportunidades el 2025 para ser feliz.

 


domingo, 4 de septiembre de 2022

¿CUÁNTAS VECES HAY QUE PERDONARLA?

Relatos patagónicos

Ella, Alberto y Sergio formaron un trio diabólico.


Cuentos de la Biblia y el calefón


Según el evangelio de San Mateo versículo 18:20 que dice “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”

Dicho así, la frase a primera vista apunta por lo menos a tres personas o más.  

La frase es religiosa, no tiene nada que ver con la política. 

Aunque en épocas confusas, esa liturgia inequívoca la usan los líderes políticos como forma de adoctrinamientos con la finalidad de obtener un fundamentalismo extremo a modo de credo.

Y desde los símbolos, los gestos, y los canticos, de la multitud siempre una persona está en el medio de todo y sus seguidores repiten como el Padre Nuestro las enseñanzas de su líder.

El Evangelio continúa luego con Pedro formulando la siguiente pregunta:

 “Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?

Entendemos que hubo alguno de los tres, o tal vez los tres que se traicionaron mutuamente. Acá si se puede referir a la política. Todos sabemos que estos muchachos y muchachas se amigan, se pelean y luego se vuelven a amigar. Es decir, se perdonan…

¿Y cómo termina la frase bíblica? ¿Qué le responde Jesús?

Te digo setenta veces siete

Que misericordioso que es el Evangelio. Es una metáfora para decir siempre. 

Haga lo que haga, siempre hay que perdonar.

Creo que lo vimos en nuestra argentina con el “trio presidencial”. Se insultan, se descalifican, se enemistan, se tratan de traidores, se mandan a suturar el ort., se acusan, se tratan de bolu…  dicen que van a poner presos a los ñoquis y finalmente luego de setenta veces siete, se perdonan, siempre se perdonan, como si nada hubiese pasado. Más evangélico no puede ser. Si todo el mundo se perdonara como ellos seríamos en verdad todos hermanos.

Isabel Sarli fue la precursora

Leopoldo Torres Nilsson filmó una película con Isabel Sarli en la que se anticipa esta historia de culpas y perdones.

Coincidentemente la película se llamó "Setenta veces siete", igual que la frase bíblica.

Se estrenó un 30 de agosto de 1962 y la trama es una mujer viviendo en la inmensa, fría y ventosa Patagonia Argentina junto a su compañero sobreviviendo de la dificultad de no tener agua potable.

El lugar es inhóspito, y sobreviven en la paz del desierto, hasta que un día advierten gritos y ven como un delincuente corre en dirección a su rancho, perseguido por otros hombres.

De repente se siente un disparo que impacta en el delincuente y este cae en un pozo cavado no muy profundo.


Con todo el dinero robado Sergio a punto de caer al pozo

Isabel Sarli baja al pozo para auxiliar al malhechor y advierte que está vivo. Pero ella con su pie empuja arena sobre su cabeza y les dice a los policías que el hombre había muerto.

Luego les dice a los policías que se retiren, que su esposo taparía con la misma tierra del pozo abierto.

Isabel Sarli es una mujer astuta. Tenía un plan muy ambicioso. Solo será cuestión de tiempo conocer los planes que hará con los dos hombres.

En la película, el conviviente y el malhechor no tenían nombre, para que se entienda mejor voy a ponerle dos nombres al azar.

Al esposo yo lo llamaría Alberto, y al delincuente le pondría Sergio.

Resulta que el esposo, estaba con ella por conveniencia, un hombre de poco talento, ambicioso y dominado por ella. Él daba la cara por ella, le proporcionaba casa y ovejas para la comida, pero tampoco era buena persona, había traicionado a muchos, era ineficiente y tenía varios cadáveres en el ropero.

La estrategia de Cristina, perdón de Isabel Sarli (me equivoqué) era usar a esos dos hombres, Alberto y Sergio a su provecho.

La mentira de decir que Sergio estaba muerto solo fue para alejar a la policía y de esa manera puso a los dos hombres a trabajar en la búsqueda de agua. El lugar árido y desértico de la Patagonia hacía que las napas se encontraran muy profundas y un hombre no podría hacerlo solo, entonces cavarían entre los dos.

Día tras día los dos hombres extenuados trabajaban de sol a sol, para ella y lo inhóspito  de la meseta, la escases de los recursos y la presión de la mujer, los degastaba por demás.

Isabel Sarli se encargaba de prepararles el almuerzo y la cena y daba las ordenes sin aceptar ninguna disculpa. Después de todo los dos hombres tenían deseos de ser aceptados por ella y soñaban con un destino prometedor junto a esa mujer deseada.

Un día Sergio le confiesa en secreto que había robado un banco, razón por la que lo perseguían, y le ofrece compartir el botín, y escaparse con Isabel Sarli, solo habría que deshacerse de su marido.

Ese mismo día Alberto le dice que descubrió en las alforjas de Sergio, el delincuente, y que solo era cuestión de robarle, enterrarlo en el pozo y huir.

Ambos querían fugarse con el dinero y la mujer.


Pozo en el que quedaron Alberto y Sergio

Pero Isabel le pidió las alforjas a Sergio retiró la soga que usaban de escalera para subir a la superficie y dejó a los dos hombres abandonados.

Después de 60 años del estreno cuantas versiones se podrían escribir hoy.

 

La Biblia y el calefón fue un programa de televisión humorístico argentino conducido por Jorge Guinzburg, aunque la frase deriva de una estrofa del popular tango argentino "Cambalache", compuesto por Enrique Santos Discépolo, en 1934.

 


viernes, 7 de agosto de 2020

Diagnóstico Médico (Dr. House) en tiempos de Covid



 Diagnóstico médico en tiempos de Covid 

Capítulo inédito de la seríe.


Telefonista -Doctora Lisa Cuddy está llamando la esposa de un paciente de cincuenta y nueve años de edad. Ella está asustada, cree que su marido tiene síntomas de Covid 19

Dr. Lisa - ¿De dónde es el llamado?

Telefonista – De la Provincia de Buenos Aires.

Dr. Lisa – Uy, qué problema. La provincia está estallando de contagios. ¿Y cómo sabe que su marido puede ser sospechoso de Covid 19?

Telefonista – Dice la señora que su marido se agita al respirar y que tiene un ataque de diarrea.

Dr. Lisa - ¿Diarrea?

Telefonista – Sí. Dice que vio a los infectologos por televisión y que ahora el Covid se manifiesta de esa manera.

Dr. Lisa - ¿Qué lo lleven a Tecnopolis?

Telefonista – Doctora, la señora insiste, dice que tiene el plan 410.

Dr. Lisa – Mándele a la doctora Allison Cameron con un ambulancia, pero que  el Dr. House ni se entere de esto, porque la tiene entre cejas. Sobre todo cuando hace los primeros diagnósticos.

Telefonista – No se haga problema doctora. Yo misma le voy a avisar.


Así pasará consulta Lisa Edelstein en la 2ª temporada de The good ...
Doctora Lisa Cuddy


La doctora Allison se encontraba en la cafetería del Sanatorio de la Trinidad de Palermo y ante decenas de miradas de sus colegas a la hora del refrigerio, llamaba la atención limpiando la cucharita, el platito, el borde y el asa del pocillo de café con un frasco de alcohol en gel que ella siempre acostumbra llevar en su cartera. Los que la conocen saben que es tremendamente pulcra y obsesiva por la limpieza y desinfección de todo lo que ella toca. Incluso su rostro juvenil y su cabello está cuidado por demás, hasta su ropa planchada, almidonada y perfumada son parte de su personalidad. Ella luchó por estar en el equipo del Dr. House y sabe que debe cumplir con todos los protocolos a la perfección. Si la orden es cuidarse. Ella se cuidará mucho más de lo que le exigen. Su frase de cabecera es “no hay que correr riesgos”, “es mejor prevenir”. 

Minutos después en el tocador del baño de damas se cruza con la telefonista que la observa mirarse al espejo y dedicarle un tiempo prolongado a su arreglo personal. Intercambian saludos y la telefonista le dice -creo que tenés que viajar hasta Húrlingham. Si bien no llevaba consigo el papel con la indicación y su recuerdo no era preciso, continúa diciendo – creo que hay un positivo de Covid 19-. Se miran mutuamente y la Dra. Allison, tal como soldado que tiene que hacer una misión peligrosa, sale disparada a la recepción. Toma el mensaje y sin leer las indicaciones sale a cumplir con su trabajo. Prepara todo su equipo de protección: barbijo, máscara, delantal de plástico, guantes. Acelera su auto y dice: “quiero llegar antes que oscurezca”. Hay zonas peligrosas en el AMBA. La palabra AMBA se empezó a usar hace poco tiempo, se refiere al área metropolitana de Buenos Aires para diferenciar a la Ciudad de Buenos Aires, capital de la Argentina con la provincia de Buenos Aires, la más grande y rica de la Argentina. Pero específicamente el área metropolita es una zona donde una avenida separa un ámbito urbano de muchos millones de habitantes que cruzan diariamente de un lugar a otro. Precisamente en ese lugar los casos de Covid 19 se multiplican exponencialmente por la situación precaria de sus habitantes que viven en villas de emergencia donde familias enteras conviven hacinadas en reducidas habitaciones y las formas de aislarse y cuidarse no existen.

Qué fue de los actores de Dr. House? Así lucen en la actualidad
Doctora Allison Cameron

La Dra. Allison manejaba su vehículo y no dejaba de imaginar el lugar al que fue enviada. Sabía que ella corría un alto riesgo de contagio y por lo tanto trataría de atender y retirarse rápido porque la inseguridad, también era otro peligro. Mientras manejaba escucha la radio y la noticia del día era el crecimiento de casos y muertes. El periodista describía una situación dramática y se escucha la voz del Ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires preocupado por la falta de camas, respiradores, terapia intensiva y profesionales de la salud. La descripción era patética, las informaciones daban cuenta que de seguir creciendo los contagios la situación se iba desbordar.

 

Patricia - Buenas tardes doctora.

Dra. Allison – Buenas tardes. ¿Qué síntomas tiene su esposo?

Patricia – Ahora lo va a ver. Está acostado en el dormitorio. Por lo que escuché en televisión podría ser Covid 19

Dra. Allison- Sí. ustedes están entrando en una edad crítica y si bien por acá se ve todo tranquilo y aislado, en el AMBA se multiplican los casos.

Patricia- A veces con mi marido salimos a caminar. No siempre porque él dice que yo  camino rápido, pero estos días me acompañó y lo noté agitado cuando respiraba.

La doctora Allison se acercó a la habitación donde estaba el paciente y de lejos le empezó a hacer preguntas. Siguió los protocolos que marca el Ministerio cuando hay un caso sospechoso de Covid 19. El marido respondía con certezas el interrogatorio, pero confundido porque ninguna de las preguntas se ligaba a su padecer.  Hasta que la galena le dijo – Pero su esposa me dijo que usted se agita al respirar.

El matrimonio de más de treinta años de convivencia, se miraron fijamente, clavándose cada uno sus propios ojos en los ojos del otro. Solo la vista alcanzaba, porque el resto de la cara lo tenían cubierto con un barbijo. Y el ensordecedor silencio fue roto por la doctora Allison cuando dijo “hay que activar” y repitió “vamos a tener que activar”.

Las dos mujeres se miraron convencidas, asintiendo con la cabeza. Mientras Patricia decía “si, es lo mejor”. Su marido que no entendía la frase con voz alta le pregunta a la doctora. “¿Qué hay que activar?”. El protocolo señor- respondió- Usted por sus síntomas está sospechado de estar contagiado de Covid 19. Mire es mejor prevenir riesgos –remarcó la profesional de la salud- mientras abría una cartilla de hospitales y sanatorios.

Patricia - ¿Y cómo va a hacerlo?

Dra. Allison- Voy a pedir una ambulancia para que lo hisopen, así nos sacamos las dudas.

Patricia - ¿Y dónde lo van a llevar?

Dra. Allison- ¿Alguna vez se internaron?, ¿conocen?, ¿Usted tiene un plan que puede elegir el lugar?

Patricia – Sí. En la Trinidad de Palermo o al Hospital Británico, cualquiera de los dos.

Dra. Allison – Tenga un poco de paciencia, el ambulancia va a tardar algunas horas. Pero es lo más seguro.

Patricia – La acompaño hasta la puerta

Dra. Allison – ¿Ustedes tienen más de una habitación en esta casa?

Patricia – Si

Dra. Allison – ¿Y tienen dos baños?

Patricia – No. Uno solo. ¿Por qué?

Dra. Allison – Por si hay que aislarlo… Bueno cualquier cosa limpie bien el baño y desinféctelo.


Top Secret: Season 3 Episode 16: originally broadcast on Fox on ...
equipo médico

Pasaban las horas y Patricia muy prolijamente ya le había preparado el bolso a su marido. Tres remeras, tres calzoncillos, tres pares de medias, un suéter, pantuflas, cepillo de dientes, una toalla. Hasta le prestó una batería para cargar teléfonos móviles por las dudas que su teléfono que estaba con la máxima batería tuviera la carga necesaria para varios días.

 

Ya casi son las dos de la madrugada y en el barrio tranquilo de casas bajas la noche es silenciosa. La calle es una cortada y solo circula algún vecino de no más de cien metros a su alrededor porque es el fin del barrio. La madrugada solo es interrumpida por el camión recolector de la basura que todas las noches a las dos en punto activa su palanca para compactar la basura justo frente a mi ventana y como a las tres y media se escucha la campanilla de la barrera ferroviaria a unos seiscientos metros de distancia. Cuatro y veinticinco pasa el siguiente tren y antes de amanecer los gallos, las gallinas, jilgueros, zorzales y otras aves empiezan con sus cantos matutinos.

Tapado por los sonidos del camión recolector se estacionó la ambulancia con sus luces, iluminando la madrugada pueblerina. Mi esposa sale a la puerta pero el Doctor Eric Foreman le indica que se quede en la casa y espere el llamado telefónico.

Minutos después el otro doctor acompañante Robert Chase me llama y dice: Señor quédese tranquilo, ya lo vamos a llevar. Nosotros tenemos que vestirnos con un traje especial, cuando nos vea le vamos a parecer astronautas. No se asuste, es el protocolo. Cuando nosotros estemos preparados lo llamamos nuevamente.


El Dr Gregory House, Robert Chase, Lisa Cuddy imagen png - imagen ...

Para mi eran minutos interminables. Pasaban las dos de la madrugada, y no sabía a ciencia cierta que hacer. Ya había puesto en google drive todos mis estudios cardiológicos, gastrointestinales, respiratorios, radiografías y ecografías. En esa larga espera había hecho operaciones bancarias de próximos vencimientos por las dudas que no volviera. Incluso había cargado algunos libros en el ebook por si la internación se extendiera varios días. Pero también me carcomía una duda. Si no era nada. ¿Cómo hacía para volver a mi casa? Ya que el sanatorio no quedaba cerca y debía justificar mi presencia en la vía pública.

Cada segundo que corría era una eternidad. De repente suena el teléfono. Era el Dr. Chase nuevamente avisándome que ellos ya estaban listos. Le digo “no cuelgue”. Tengo una pregunta ¿Puedo llevar un bolso con ropa? El médico se toma unos segundos, por lo visto lo consulta. No. No es necesario, nosotros tenemos orden de llevarlo a realizar el hisopado y luego de traerlo nuevamente a su casa.

Miro a mi esposa y le digo. Voy a volver a casa, no te vas a librar tan rápido de mí.

Me abrigué, dejé el bolso, saqué el ebook y lo puse en mi bolsillo, en la puerta me espera un hombre con aspecto de astronauta. Escuché algunas persianas de algunas casas que se cerraban. El Doctor Foreman mantenía una prudencial distancia, abrió la puerta corrediza del ambulancia y me dijo: si quiere se puede acostar, sino viaje sentado. Luego cerró la puerta y partimos. Los ubiqué fácil por sus aspectos. Foreman era negro y Chase era rubio. A los pocos minutos les pregunté ¿A dónde me llevan? Ese fue todo el dialogo.

Felicidades! House cumple diez años desde su estreno - Series Adictos


 

No se cómo reciben a los primeros mandatarios en las cenas de gala o en los eventos oficiales, pero cuando llegué al Sanatorio de la Trinidad me sentí toda una autoridad.

La vigilancia, el portero, dos enfermeras y una médica, sabían mi nombre y me estaban esperando. Que placer enorme, me sentía famoso. Sinceramente no sé si otra vez en mi vida iba a tener un recibimiento igual.  Por otro lado me empezaba a angustiar. Yo no había dicho una sola palabra y un ejército de personas me conocía. La Dra. Lisa Cuddy, decana de medicina en persona no solo me recibió en el hall, además ella misma me llevó al ascensor. Marcó el segundo piso y me condujo a la habitación. A medida que recorríamos los pasillos otros enfermeros la saludaban y me saludaban por el nombre. Mientras caminamos me pregunta ¿Por qué lo traen y luego se lo llevan? Dijo con cara de desconcierto o dubitativa. Otra enferma le marca habitación de internación. Me pide que me siente en una silla y que la espere. Ella iba a preparar un protocolo para comenzar con el hisopado.

Quedo a solas, y empiezo a evaluar todo lo que podía pasar. Aprovecho de ir al baño privado para quedar listo luego. Me tomo mi tiempo. Me higienizo como corresponde. Me paso alcohol en gel. Tenía tiempo y nada me apuraba. Además no se sintió ningún ruido como si hubiera entrado nadie. Me miro al espejo y me digo. Que Dios me acompañe. Eran las tres de la madrugada.

Lentamente abro la puerta, y veo en la silla que había dejado minutos atrás, sentado al Doctor House con su bastón apoyado en su falda.


Dr. House habría matado al 50% de sus pacientes - Infobae

Dr. House- ¿Seguro que si te pido que tosas, no toses, verdad?

Pablo- No, doctor

Dr. House- ¿Tampoco te agitaste con todo lo que caminaste hasta llegar hasta acá?

Pablo- No, doctor.

Dr. House - ¿Vas a correr o andar en bicicleta?

Pablo – Si

Dra. Lisa- (entra a la habitación) ¿Dr. House que hace acá?

Dr. House - ¿Recién cuando fuiste al baño, hiciste caca?

Dra. Lisa- ¿Dr. House que son esas preguntas? No tiene nada que hacer a esta hora de la madrugada en el hospital. Por favor retírese.

Dr. House - ¿Es importante la pregunta? Contestá.

Pablo – No pude ir de cuerpo.

Dr. House – ¿Estuviste tomando crema de bismuto?

Pablo -  Si

Dr. House – Lo ve Dra. Lisa por eso no podía toser…

Dra. Lisa – House está acá para un hisopado por Covid 19

Dr. House – Acuéstese que lo voy a auscultar. ¿Dígame si le duele donde yo lo toco?

Dra. Lisa – Dr. House, al paciente hoy ya lo revisaron.

Pablo – No Dra. Lisa, esta es la primera vez me revisan. Hoy llamé a urgencias por una diarrea y la doctora de guardia me atendió a tres metros de distancia y me atendió creyendo que tenía Coronavirus. Yo la llamé por una diarrea y no me medicó nada, ni me preguntó que almorcé o cené.

Dr. House – Lo ves Lisa, trajimos un paciente a ocupar una cama y a hacer un hisopado por un diagnóstico equivocado.

Dra. Lisa - ¿Pero la diarrea y el agitamiento pueden ser casos de Covid 19?


Cuddy se separa de House
Dr. House y Dra Cuddy discutiendo 

Dr. House – Cuando camina solo no se agita, pero su esposa camina más rápido que él. Caminar a un ritmo distinto le hace consumir mayor cantidad de aire. Y tuvo una infección que le produjo una diarrea. La doctora domiciliaria no lo revisó, ni le preguntó que comió o bebió y lo mandó a un sanatorio pensando que tenía Covid 19. El paciente al ver que lo atendió por otro síntoma bebió crema de bismuto y ahora le produjo constipación.

Dra. Lisa – No lo puedo creer. Casi internamos a un paciente con diarrea junto a los de covid 19.

Dr. House –  Pensar que por un error en el diagnóstico médico se inutilizó un ambulancia, y habitación de internación, dos médicos, tres enfermeras y todo se solucionaba con dos pastillas de carbón y si lo llevaban a Tecnopolis se cagaba allá.


Misiones aporta 8.000 camas a la provincia de Buenos Aires para ...

 

 

 

 


jueves, 20 de septiembre de 2018

Ese Corazón me delata




Sobre un cuento de Edgar Allan Poe, adaptado para el género radioteatro por Pablo Demkow para cuatro actores.

Ese corazón me delata

Relator – El oficial de policía recorre el barrio y encuentra al viejo tratando de poner con dificultad la llave en la puerta de su propia casa. Aprovecha la oportunidad para advertirlo por un sujeto que merodea por las noches en el barrio.
Viejo – No le entiendo oficial
Oficial – Le digo que tenga cuidado, tuvimos algunas denuncias.
Viejo - Pero que pasa… ¿Es en verdad tan peligroso?
Oficial – Cuídese. Usted es una persona mayor, dicen que este hombre recorre el barrio todas las noches.
Viejo – Yo me sé cuidar Oficial. No se olvide que yo estuve en la guerra, y perdí un ojo y con el ojo que me queda puedo mirar bien lo que pasa.
Oficial – Igualmente, cuídese. Dígale a su vecino de abajo ese que parece “un loco” que le haga compañía. Usted sabe, si ve que hay dos personas seguramente no se va a aprovechar de un anciano.
Viejo – Tiene razón oficial, voy a invitar al loco a cenar, a tomar unas copas y a jugar a las cartas. Le va a hacer bien estar con alguien. Somos vecinos desde hace algún tiempo y los dos estamos solos. Yo por viejo y el por loco.
Oficial – Chau Abuelo, yo por las dudas también le voy a avisar al vecino de al lado. Al marido de la maestra. Le voy a decir que si escucha algún ruido que me llame. Sé que a veces pasa las noches sin dormir, se desvela cuando su mujer corrige exámenes de literatura y a veces sale a caminar.
Relator – La escena se desarrolla en la comisaría. El oficial interroga al loco
Oficial – ¿Estás nervioso?
Loco – Siempre estoy nervioso, algunos se creen que estoy loco.
Relator - La enfermedad había agudizado sus sentidos. Tenía la sensación del oído agudo. Oía todo, ¡Absolutamente todo! Y se inquietaba ante el sonido más insignificante.
Loco - Entonces, Escuchen y presten atención con qué tranquilidad, con qué cordura puedo contarles toda la historia.
Oficial -  No te hagas el loco. Te tuve que esposar porque pareces peligroso…. Será mejor que empieces a confesar todo.
Loco - Me resulta imposible decirles cómo pasó por mi cabeza esa idea la primera vez. Pero, una vez concebida, me persiguió día y noche. ¡Me entiende, día y noche!
Oficial – ¿Y qué me decís del viejo?
Loco - ¡Yo lo quería mucho a ese viejo!  Nunca me había hecho nada malo. Nunca me había insultado. No quería su plata, ni nada de valor. ¡Creo que fue su ojo color azul desencajado el que me helaba la sangre! Y así, muy sencillamente, fui pensando en quitarle la vida al pobre viejo y quitarme de encima ese ojo para siempre. ¡No quería ver más a ese ojo! ¡Me entiende! ¡Me entiende! ¡Me entiende oficial!
Oficial – Vos estás loco.
Loco - Usted creerá que estoy loco. Debería haberme visto con qué sabiduría procedí Con qué cuidado, con qué previsión. Muy disimuladamente me puse a trabajar. Nunca había sido tan amable con el viejo como esa semana antes de matarlo. Y cada noche, cerca de la medianoche, yo hacía girar el picaporte de la puerta de su dormitorio y la abría con mucho cuidado. Y después, asomaba mi cabeza, para verlo durmiendo. Prendía mi linterna, con mucho cuidado de no despertar el sueño del viejo. Me llevaba como una hora hacer todo ese procedimiento. ¡Ja! ¿Podría un loco actuar con tanta prudencia?
Y luego, cuando ya estaba bien dentro de la habitación, le apuntaba el rayo de luz al ojo del viejo.
¡Quería ver el reflejo de la luz en su ojo de vidrio!
Hice todo esto siete veces, cerca de la medianoche, pero siempre encontraba el ojo del viejo cerrado y era imposible hacer el trabajo, ya que no era el viejo quien me irritaba. ¡Era su ojo!
Relator - Cada mañana, “el loco“, iba con miedo a la habitación del viejo y le hablaba decididamente, llamándole por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. La octava noche, fue más cuidadoso cuando abrió la puerta tan lentamente que el minutero de su reloj pulsera se movía más rápido de lo que se movía su mano.
La habitación estaba tan oscura como la noche más cerrada, ya que el viejo cerraba las persianas por miedo a que le entraran los ladrones; “el loco” abrió la puerta y cuando intentó encender la linterna, se le resbaló y el viejo se despertó gritando:
Viejo  -¿Quién anda ahí?
Loco - Me quedé quieto, no dije nada y aproveché la oscuridad para disimular mi presencia y durante una hora entera, no moví ni un músculo y mientras tanto no volví a escuchar al viejo. Pero aún estaba sentado en la cama. Oí, de pronto un quejido y supe que era el quejido del terror mortal. No era un quejido de dolor o tristeza. ¡No! Era el sonido ahogado que brota del fondo del alma cuando alguien tiene miedo. ¡El viejo tenía miedo! Podía darme cuenta por su respiración.
Oficial -  Y eso te gustaba loco, asustar al viejo. Creo que llegaste muy lejos.
Loco – Perdón Oficial, su ojo me atemorizaba. Yo Sabía que el viejo estaba asustado porque predecía lo que le iba a pasar.
Oficial – Y así y todo decidiste matarlo… Sos un asesino…
Loco - Sabía que él había estado despierto desde el primer ruido. Sus miedos habían crecido desde ese momento. Había estado intentando imaginar que aquel ruido era inofensivo, pero no podía. Se había estado diciendo a sí mismo:
Viejo - "Debe ser el viento en la chimenea, o será un ratón que camina sobre el suelo",  "No, debe ser un grillo que chirrió una vez".
Loco - Todo es inútil, ya que la muerte, se le acercaba y lo envolvía como a una víctima. Y aunque no veía ni oía nada, sentía la presencia de la muerte dentro de la habitación. Luego esperé un largo tiempo, muy pacientemente, y decidí prender la linterna.
Relator – Finalmente el rayo de luz, cayó de lleno sobre el ojo del anciano. Su ojo estaba abierto, bien abierto y “el loco” se enfureció porque ese ojo lo miraba, y el veía con total claridad, ese ojo color azul fuerte, que le clavaba su mirada y le helaba el alma. El oficial irritado escucha atentamente la confesión, sin entender nada.
Loco - ¿No le he dicho que lo que usted cree que es locura es solo mayor agudeza de los sentidos? Luego llegó a mis oídos el sonido del latido del corazón del viejo. ¡Aumentó mi furia, como el redoblar de un tambor! Sin embargo, me contuve y seguí callado. Mantuve la linterna inmóvil. Intenté mantener con toda firmeza la luz sobre el ojo. Mientras tanto, el infernal latido del corazón iba en aumento. Crecía cada vez más rápido y más fuerte a cada instante. El terror del viejo debe haber sido espantoso. El ruido era cada vez más fuerte, más fuerte... ¿Me entiende? Le he dicho que soy nervioso y así es. Sin embargo, por unos minutos más me contuve y me quedé quieto.
Oficial -  ¿Por qué no se fue en ese momento?
Loco – Lo intenté Oficial pero el latido del corazón del viejo era cada vez más fuerte, más fuerte. Creí que aquel corazón iba a explotar, él estaba muerto de miedo.
Oficial- El viejo ¿No lo descubrió?
Viejo – ¿Quién anda ahí?
Relator – Grito atemorizado el viejo
Loco - ¡Los vecinos podrían escuchar el latido del corazón! ¡Al viejo le había llegado la hora! Con una fuerte presión, ¡lo ahogue! El viejo gritó una vez, sólo una vez… y después… nada…
Oficial – ¡Que animal!, lo asesinó.
 Loco - Luego, lo tiré al suelo. Después sonreí alegremente al ver que el hecho estaba consumado. Pero, durante muchos minutos, su corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Finalmente, cesó. El viejo estaba muerto. Lo quité de la cama y examiné el cuerpo.
Sí, estaba frío y, duro como una piedra. Pasé mi mano sobre su corazón y allí la dejé durante unos minutos. No había pulsaciones. Estaba muerto. Su ojo ya no me preocuparía más. Nunca más.
Relator – El loco tomó precauciones para esconder el cadáver. La noche avanzaba y trabajó con rapidez, pero en silencio.
Loco - En primer lugar descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, los brazos y las piernas. Después levanté tres planchas de madera del piso de la habitación y deposité los restos en un hueco. Luego coloqué las tablas con tanta inteligencia y astucia que nadie, podría detectar nada extraño. Limpié todo; no quedaban manchas de ningún tipo, ni siquiera de sangre. Había sido demasiado precavido para eso. Todo estaba guardado. ¡Ja, ja!
Relator - Cuando terminó con estas tareas, eran las cuatro de la mañana... Estaba todo oscuro. Al sonar las campanadas de la hora, golpearon la puerta de la calle.
Loco -  Bajé a abrir muy tranquilo, ya que no había nada que temer.
Oficial – Buenas noches, señor. Somos de la policía, tenemos una denuncia y quisiéramos revisar su domicilio. Permítales a mis dos agentes pasar.
Loco – ¿Que pasó oficial?
Oficial – Un vecino sintió un grito y venimos a investigar.
Relator – El marido de la maestra escuchó un grito y había hecho una denuncia a la policía.
Loco - Sonreí, ya que no había nada que temer.
Relator – El loco dio la bienvenida a los caballeros y contó que el alarido había sido producido por el mismo durante un sueño.
Oficial – El viejo que vive aquí ¿dónde está?
Loco – Oficial el viejo se fue de viaje, al campo. Pasé, conozca la casa. Registre bien sáquese las dudas.
Oficial – Que extraño, pensé que el viejo estaba enfermo.
Loco – Pase por acá oficial esta es su habitación, mire estos son sus tesoros, seguros e intactos.
Relator - Con mucha confianza, el loco llevó más sillas al cuarto y les dijo a los oficiales que descansaran allí mientras él, colocaba su silla encima del mismo lugar donde reposaba el cadáver de la víctima. Mientras tanto el Loco pensó que había convencido a los policías. Mientras los cuatro hablaban sobre temas triviales, se empezó a sentir mal e intentó echarlos. Pero ellos estaban muy cómodos allí.
Loco - Me duele la cabeza. ¿No escuchan ustedes ese sonido?
Relator -  Pero ellos se quedaron sentados como si nada y siguieron conversando mientras tomaban café.
Oficial – Señores agentes, evidentemente el viejo ojo de vidrio se fue al campo. Seguramente el vecino de al lado habrá escuchado mal. Nos tomamos otro café, y después nos vamos para la comisaría con las primeras luces del día.
Relator – El “loco” escuchaba el ruido más claro, cada vez más claro. Se había puesto muy pálido, y habló con más fluidez y en voz más alta. Sin embargo, para “el loco” el ruido aumentaba. Era un sonido bajo, sordo, rápido... como el sonido de un reloj de pulsera envuelto en algodón. Tic, tac, tic, tac, tic, tac, continuo.  En la Comisaría cuando dio testimonio, casi gritando dijo:
Loco - El ruido seguía aumentando. Me puse de pie y empecé a discutir con los oficiales con voz muy alta, pero el sonido crecía continuamente en mis oídos. ¡Me molestaba!!!
Relator – El loco quería que se fueran, pero ellos seguían haciendo tiempo en su departamento.
Oficial -  Riquísimo el café, Gracias señor por invitarnos. No le molesta que nos quedemos hasta que amanezca.
Relator - Caminó de un lado a otro con pasos fuertes, como furioso por el piso de madera; pero el sonido lo escuchaba cada vez más fuerte. Balanceándose en la silla sobre la cual se había sentado, golpeaba con las patas las tablas del suelo, pero el ruido, para él, aumentaba su tono cada vez más alto. Crecía y crecía y era cada vez más fuerte. Mientras los hombres seguían conversando tranquilamente y sonreían.
Loco - ¿Es posible que no oigan? ¡Dios Todopoderoso!
Oficial -  Que le pasa Señor, lo veo intranquilo.
Loco -  ¡No, no! ¡Claro que oyen! ¡Y sospechaban! ¡Ustedes lo saben! ¡Se estaban burlando de mi horror! Cualquier cosa es más soportable que este espanto. ¡Yo no aguanto más esas hipócritas sonrisas!
Oficial – Cálmese, ¿Qué es lo que usted escucha?
Loco -  Escuchen... ¡más fuerte..., mas fuerte..., más fuerte! -¡No finjan más, malvados!
 ¡Confieso que lo maté! ¡Lo maté! ¡Levanten esas tablas!...
¡Es acá, es acá! ¡ Es acá donde está latiendo su horrible corazón!