LA PARTITURA ES UN SELLO IMBORRABLE
La música descubre talentos que el mundo creía perdidos.
* Por Pablo Demkow
En la película "La Misión" se produjo la mayor injusticia en la entrega de los Oscar a la mejor banda sonora (Hollywood le negó la estatuilla a Morricone por estar afiliado al partido comunista italiano. Sin embargo el público la consagró a pesar de todo.
Ennio Morricone nació en Roma en 1928 y en 2020 nos dejó a los 91 años en su gira internacional número sesenta y dos.
Un hombre simple y dedicado no puede dejar de componer y dirigir orquestas convocando a miles de seguidores que lo aplauden de pie en dada una de sus presentaciones internacionales que realiza año tras año pesar de su edad. O tal vez deberíamos decir que el maestro crece en años gracias a la música que nos regala a diario.
Comenzó a trabajar profesionalmente setenta y cuatro años atrás y lo acompaña su esposa María Travia luego de sesenta y cuatro años de matrimonio junto a sus tres hijos. Una historia de amor que soportó el talento y la gloria, los viajes y los ensayos de una vida cargada de trabajo y éxitos.
Compuso más de 500 bandas sonoras de películas y series de televisión y nadie como él supo poner un sello en los momentos culmines de escenas que con su música inmortalizó.
Su paso por américa fue trascendente. Hollywood es la meca de la imagen y Morriconi es el sonido a pesar que nunca se llevaron bien.
Antes de morir Ennio Morriconi reveló uno de sus grandes secretos: Como compuso la música de La Misión.
El compositor de más de 500 bandas sonoras, escribió melodías únicas como el silbido de “El bueno, el malo y el feo” (1966) o el
magnífico solo de oboe de “La misión”
(1986), resulta ante todo un señor afable y disponible, que cuenta anécdotas y
secretos con el mismo ritmo musical de sus composiciones.
“La música de La Misión
nació de una obligación. Tenía que escribir un solo de oboe, se desarrollaba en
América del Sur en el siglo XVI y tenía la obligación de respetar el tipo de
música de ese periodo.
A la vez tenía que escribir una música que representara también a los indios de
esa región. Todas esas obligaciones me encadenaban (…) Pero también lograron
que saliera algo claro”, contó.
Investigando música sud americana del siglo XVI encontró partituras que lo
inspiraron en la realización. En un solo autor pudo encontrar desde el barroco
europeo, hasta melodías guaraníes al son de una música litúrgica utilizada en
esos precisos momentos en que sacerdotes misioneros se adentraban en la selva
simplemente con una biblia y un instrumento musical.
Pero esto forma parte de otra leyenda.
Se descubrió no hace mucho tiempo que un músico inmigrante italiano
que formó parte de las misiones jesuítica en Córdoba sería la inspiración de la
banda sonora de la Misión y es tan apasionante que hizo que Morricone utilizara
sus partituras. Se llamó Domenico Zipoli, había nacido en la Toscana en 1688 y
fue un majestuoso compositor de barroco. Tuvo influencias de Bach, Handel y
Scarlatti en sus creaciones y dejó un legado inconcluso en Italia. De un día
para otro desapareció sin dejar rastro.
Cuando el británico Roland Joffé le encargó a Ennio Morricone la banda
sonora de la película “La Misión” protagonizada por Robert de Niro y Jeremy Irons.
Morricone debió investigar sobre músicas autóctonas que se interpretaban en las
reducciones jesuíticas de Argentina, Paraguay y Brasil. De allí surgió
“Gabriel´s oboe” un interpretación muy pura, sencilla y espiritual acorde al
paisaje selvático con una imagen fuerte al comienzo de la película cuando el
padre Jesuíta es arrojado por los indígenas a las Cataratas del Iguazú.
El Padre Gabriel era un misionero de La Compañía de Jesús que intentó
junto con sus hermanos de congregación evangelizar a los indios Guaraníes. El padre Gabriel (Jeremy Irons) encabezó la
labor pastoral en solitario acompañado solamente de una Biblia y un oboe.
Sin duda que la investigación de Ennio Morricone dio frutos y
en toda la película utilizó partituras que luego arregló tomadas de testimonios
hallados en las misiones jesuíticas. Esas composiciones poseían un cuidado y
especial toque barroco influenciado por los sacerdotes europeos que llegaban a
América en épocas de la colonia española y portuguesa.
La música de los misioneros jesuítas llevaba la firma de un
hermano que nunca llegó a ser sacerdote,
morador de las reducciones de Córdoba que firmaba como Domingo Zipoli y recién
en 1941 se pudo establecer que el Domenico Zipoli desaparecido de Italia y el
Hermano Domingo Zipoli eran la misma persona.
La música de Zipoli en su período americano está teñida de un
carácter en apariencia distinto al de la producción europea. Es posible que el
compositor haya adaptado su estilo a la tradición jesuítica local de las
misiones, de raíz española y tronco italo-germánico. Asimismo, parece haber
estado escribiendo para un público no familiarizado con las convenciones formales
y expresivas europeas de la época: buscó el efecto directo sin pérdida
expresiva, y apeló a la sencillez del ensamble sin desmedro del virtuosismo
individual.
Como Domenico Zipoli abandona Italia y llega a la Argentina
transformado en hermano jesuíta también es llamativo.
La princesa de Forano María Teresa Mayorga Renzi Strozzi,
amante de la música barroca y espectadora de Zipoli utilizando sus recursos
económicos apoyó al músico en la composición de la "Sonate
d'Intavolatura per órgano e cimbalo" y tanto ella como su madre habían establecido un centro de reunión de los altos círculos
intelectuales y artísticos, entre cuyos concurrentes se encontraban también los
compositores de mayor fama. Tanto la madre de María Teresa Strozzi, marquesa
Ottavia di Scipione Renzi, como ella, pertenecían a la Arcadia Romana, en su
condición de poetisas y literatas.
Zipoli además de haber recibido apoyo económico de la princesa, se
cree que le dedicó la cantata para soprano continuo "Dell' offese a
vendicarmi", sobre un hermoso texto dramático. Las obras se hallan en las
bibliotecas de Marburgo y de Dresden.
Según algunas versiones el príncipe de Forano Lorenzo Francesco
Strozzi, creyó que Zipoli cortejaba a su mujer y ante un escándalo, el músico decidió
desaparecer de Italia y ante una vocación religiosa decidió incorporarse en
Sevilla a la Compañía de Jesús para ser enviado como misionero al Río de la
Plata.
Él encuentra en la música la forma de acercarse a Dios. Bajo las
Bóvedas del Gesú cuando improvisa como corresponde aún 'maestro di capella' va
encontrándose no sólo con la melodía, sino con el Dios al que la música alaba.
Da el paso decisivo y entre las
solicitudes recibidas para pasar a las Indias no ha resultado inadvertida la
suya. Su deseo de incorporarse a la Compañía y de misionar en el Río de la
Plata es aprobada.
Zipoli de puño y letra recibe este interesante testimonio escrito de
su superior "Pero además
quiero serte franco. Has llegado a una rara excelencia en la música y también
yo creo que el nuevo mundo necesita tus servicios. Pero la música es un
producto cultural. Vive de una solidaridad delicada con las otras expresiones
del alma y de la inquietud del hombre. Tu música encontrará correspondencia con
los templos que allí hemos levantado y todavía construiremos y con otros
testimonios del arte. Pero me temo que esa correspondencia sea insuficiente.
Puede faltarte el sustento inconsciente de tu inspiración. O mejor, mucho
mejor, nacer un nuevo estilo para un Mundo Nuevo".
Finalmente se embarcó y llegó al Río de la
Plata, quince días permaneció en la Buenos Aires colonial y en una lenta
carrera de bueyes partió luego para Córdoba.
Zipoli tomo la decisión de abandonarlo todo,
renuncio a la fama y al honor del mundo, e ingreso en las huestes de Loyola.
Abandonó la vida cómoda de las ciudades italianas, centros de cultura del mundo
de entonces, y dio la espalda a la gloria movido por el profundo deseo de
servir a Dios, había finalizado los estudios teologales, pero no vio realizado
su propósito de ordenarse sacerdote por la carencia temporaria en Córdoba de obispo
que lo consagrara. Llevó más de ocho años en Córdoba cuando "Consumido por
una maligna enfermedad contagiosa, que lo había molestado durante todo el año,
entregó a Dios su alma, plácidamente como había vivido". Era el 2 de enero
de 1726. Falleció en la Reducción de Santa Catalina cerca de Jesús María, a la
que se había trasladado buscando posiblemente alivio a su mal. Allí recibió
sepultura, no se sabe a ciencia cierta sí en el cementerio contiguo a la
iglesia o en el interior de esta.
Morricone escribió una partitura que acompaña
de forma magistral los distintos niveles dramáticos del film y que consigue
fusionar dos sonoridades diferentes: la música litúrgica y post-renacentista de
los jesuítas y la étnica de los indios. De ahí que en la película haya varios
cantos corales y religiosos con ciertos toques guaraníes. Dos temas se destacan por
encima del resto. Uno de ellos, quizá el más conocido, es el del oboe de
Gabriel, una melodía muy hermosa que proporciona una gran sensación de paz. Su composición
estuvo condicionado por la capacidad que Jeremy Irons tenía para mover sus
dedos en el instrumento.
El mundo conoció a los jesuítas en su tarea
evangelizadora en América gracias a la película La Misión, donde se fusionan
talentos actorales, con primeros planos y sonidos de la selva. En cuanto a la banda de sonido Ennio Morricone realizó tal vez su mejor trabajo y Domingo Zipoli con sus partituras fue la fuente inspiradora del gran maestro.
La película versa sobre una misión jesuíta en la época de las colonias, concretamente durante el periodo del Tratado de Madrid (siglo XVIII). El Padre Gabriel llega a territorio indio tras la muerte de diversos misioneros y con la esperanza de llevar algo de civilización a los pueblos indígenas. Aparece en medio de la selva tropical con un oboe y una Biblia y, gracias a la música y su buen corazón, pronto se hace oír entre los nativos. La función de la misión, que busca establecer allí el Padre Gabriel (Jeremy Irons), es proteger a los indígenas de los diversos peligros que el mundo civilizado ha trasladado a la selva, como los comerciantes de esclavos, enseñarles un poco de la cultura europea y ayudarles a llevar una vida más cómoda. Cuenta con la ayuda de Rodrigo Mendoza (Robert de Niro), un ex-traficante de esclavos que busca redimirse. A lo largo de la película chocarán los intereses políticos, los monetarios y los pasionales, que se apoderaban de los europeos en aquella oscura selva. Ennio Morricone es el encargado de completar con sus composiciones esta complicada historia.
“No se puede ser músico y prepotente; la música exige la humildad de consultar con otros músicos o instrumentistas sobre la idoneidad de la pieza compuesta…
Nunca doy una composición por terminada sin un diálogo a ese propósito."
Ennio Morricone.