La elección de los nombres y el destino de las personas.
Siempre hubo curiosidades con la elección de los nombres, desde los más simples hasta los
más llamativos. Vaya a saber qué es lo que pasa por la cabeza de cada padre cuando se
acerca al registro civil y pretende inscribir a un hijo. Desde los nombres
tradicionales hasta los inusuales, todo pasa por un momento de decisión. No
solo el nombre condiciona a la persona, a veces el apellido y la combinación
entre uno y otro también marcan a la persona para toda la vida. Causas
históricas, culturales, religiosas, políticas, familiares son frecuentemente
los motivadores de esa importante decisión.
Creo que uno de los casos más curiosos es el de Plácido
Domingo, el gran tenor español, cuya combinación de nombre y apellido indican un
“tranquilo, sosegado, pacífico, manso o sereno” Domingo. Como debe ser un día
de descanso. Muchos se llaman Domingo de nombre, haciendo alusión al día de la
Resurrección de Cristo o tal vez al día que Dios descansó después de la creación.
Lo cierto es que el padre del tenor madrileño era un cantante de zarzuela zaragozano
cuyo nombre también era Plácido Domingo. Con el tiempo el tenor tuvo un hijo,
cantante de boleros el que también fue inscripto con el nombre de Plácido
Domingo. Toda una tradición como si fuera una monarquía.
En la argentina existe un caso muy parecido. Allá por 1906
también se pretendió inscribir un “plácido domingo” pero el Juez no le permitió
al padre usar ese nombre. Se trata de José González Castillo, un libretista de
cine, director de teatro y letrista de tangos que luchaba por sus ideas
anarquistas y pretendió plasmar en el nombre de su primer hijo un reclamo
laboral poniendo el nombre de “Descanso Dominical Castillo”, sin duda ese
descanso dominical era nuestro plácido domingo, nacional y popular. Con el
tiempo padre e hijo se hicieron famosos y trabajaron juntos. Con letra del
padre y música del hijo hoy nos deleitamos con el tango “Organito de la tarde”.
El nombre del hijo finalmente fue “Cátulo Castillo” el gran poeta y compositor
de grandes tangos como Tinta roja, Caserón de tejas, La última curda, El
último café y otras. El “descanso dominical” lo acompañó toda su vida.
Un curioso episodio vivió Cátulo Castillo en su adultez.
Luego de una actuación tanguera se presentaba un adivinador ciego que los muchachos
de la banda lo tomaron como un embustero y Cátulo delante de sus músicos le
pregunta por su futuro. Primero el adivinador empezó a decir cosas
incongruentes e insostenibles pero luego el ciego se empalideció y se levantó
de la mesa exclamando que no podía seguir. Ante la insistencia de Cátulo, este
le dijo que había tenido una revelación y no le podía decir nada. Finalmente
habló y le dijo que había visto el día de su muerte. Esta ocurriría exactamente
dentro de 30 años, un 19 de octubre de 1975. Que historia para una persona,
conocer el día de su propia muerte. Fue así que Cátulo Castillo buscó un amigo
joyero y le encargó una cadena y una pesada medalla de oro masisa que decía la fecha del nacimiento y la fecha de defunción y la usó toda su vida. A medida que se
acercaba la fecha el nerviosismo y la intranquilidad se apoderaba de la familia
Castillo. La noche anterior luego de
volver de su show, casi no pudo conciliar el sueño. Sin embargo cuando se
levantó a la mañana tomó mate con su señora y llamó a sus hijos para almorzar y
festejar el error de los adivinadores. Todos festejaron y se abrazaron por la
vida y la felicidad de estar todos bien. Luego Cátulo se acostó a dormir la siesta
para llegar descansado al show de la noche. Y como bien decía su nombre. El 19
de Octubre de 1975 era domingo y la siesta fue ese descanso dominical que
necesitaba para seguir, pero de esa siesta nunca se despertó. Pasó de la vida a
la muerte como se lo habían pronosticado con su medalla que decía “Descanso
Dominical 6 / 8/ 06 – 19/10/75”